Los críticos de Pedro Sánchez perdieron la ocasión de darle un golpe de mano, cuando no consiguieron que la mitad de la Ejecutiva Federal aceptara presentar la dimisión y provocar su salida de la secretaria general y la formación de una gestora, horas después del escrutinio electoral en Galicia y País Vasco del 25 de septiembre. En el último minuto parece que dos barones se echaron para atrás, convencidos de que para el partido el remedio sería peor que la enfermedad.
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Los ejecutivos federalísimos se han olido que si dimitían igual no podían volver a reengancharse. Si algo salía mal, no querían ver sus culos al aire.
Vengo a decir, que si fuera Susana Díaz, apuesto a que lo pintaban como si todo lo hiciera por el interés general del PSOE o incluso del país. Aunque puestos a suponer, si Susana Díaz llegara a dirigir el PSOE es probable que también la acabasen despreciando.
Nadie se va a presentar porque nadie quiere ser el cabeza de turco del partido. Por eso presionaron tanto a Sanchez, para rematarlo antes de ventilarlo y después aparentar otra "renovación" en el partido.
En vez de marear la perdiz hace un año con un Ciudadanos que solo iba a aceptar un pacto que incluyese al PP y mirar directamente hacia su entorno teórico (la izquierda)
Si lo hubiera hecho cuando no estaba desesperado, hubiera ganado mucho.