Las palabras son ya otro recurso comercial más que se consume de forma compulsiva e insostenible. La política, la publicidad y la información de baja calidad, mayoritaria a día de hoy, se afanan en convertir muchas palabras en inútiles. Y después, cuando vamos a usarlas, comprobamos con impotencia que no definen nada, o lo definen todo, o solo aquello que cada uno quiere. Así se difumina el horizonte que nos abre lenguaje y se estrechan nuestros límites particulares, y los del mundo que debemos construir con los demás.