La primera comparecencia pública del president Carles Puigdemont desde Berlín, su nueva ciudad de residencia provisional, permite sacar dos grandes conclusiones: en primer lugar, que está dispuesto a jugar muy a fondo el que supone que un país de la importancia política de Alemania sea finalmente el que tenga que decidir su extradición, ahora por el único delito que le queda a la justicia española, el de malversación, ya que el de rebelión ha sido rechazado por los magistrados alemanes.