La presión social muestra que la depilación femenina es un mandato y no una mera opción estética. Dejar de esconder la evidencia de que las mujeres tenemos pelos cuestiona la ficción del dimorfismo sexual [...]Si bien la depilación masculina está extendida incluso los hombres que se depilan en general no sienten asco hacia sus propios pelos. No haberse depilado no supone un motivo de vergüenza. ¿Llegaremos a ese punto? Puede ser, porque la sociedad de consumo ha visto lo rentable que es promover la presión de la estética también en los hombres.
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