Uber acaba de poner en la calle una pequeña flota de taxis autónomos en San Francisco. Se trata de una iniciativa similar a la que puso en marcha en agosto en Pittsburgh solo que con un matiz: esta vez no ha pedido permiso a las autoridades. Probablemente no hubiera pasado nada de no ser por un vídeo grabado mediante la cámara de seguridad de otro vehículo que muestra a uno de los taxis autónomos saltándose alegremente un semáforo en una intersección de varios carriles.
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Los vehículos de Uber llevan un conductor humano en todo momento, por lo que la tecnología técnicamente es una asistencia a la conducción y no un vehículo autónomo. Por ello la responsabilidad de todo lo que haga el vehículo recae sobre el conductor ya que éste está avalando toda actuación al decidir no intervenir.
En caso de producirse un accidente la responsabilidad no es nunca de quien está aprendiendo aunque esté al volante, si no que cualquier responsabilidad recae sobre el instructor. En este caso el vehículo de conducción asistida sería equiparable al ciudadano que está aprendiendo a conducir y el humano equiparable al instructor, el cual tiene la obligación de intervenir si el aprendiz comete algún error.