Las conductas agresivas y violentas constituyen un problema de gran envergadura en la sociedad actual. Se estima que su prevalencia en la población general es del 25 % y se ha constatado que el sujeto agresivo suele estar incapacitado para mantener unas adecuadas relaciones sociales, laborales y familiares.
A pesar de su trascendencia, la naturaleza íntima de las conductas agresivas es bastante desconocida. Su génesis es múltiple: participan factores ambientales, de predisposición hereditaria y neurobiológicos. Durante las tres últimas décadas
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