Las células tienen proyecciones que se parecen a dedos y las usan para percibir su entorno. Con ellas pueden detectar el ambiente químico en que se encuentran e incluso “sentirlo”, con sensores ultrasensitivos. Un estudio del Instituto Niels Bohr de Dinamarca ha demostrado cómo esas proyecciones pueden extenderse, contraerse y hacer movimientos dinámicos.
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