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En los confines de la Patagonia más salvaje, los gauchos bagualeros se enfrentan al ganado más peligroso del planeta
En un momento dado hubo en Sutherland una casita habitada por un peón del rancho, su esposa y sus dos hijos, pero la mujer, enloquecida quizá por el aislamiento, se fugó con un marinero, y con el tiempo el peón y los dos niños reunieron el ganado y regresaron todos a la civilización. Pero algunas de las cabezas de ganado rezagadas que no marcharon con el resto permanecieron en el lugar y se hicieron montaraces. Se reprodujeron y ganaron en tamaño y bravura por pura selección natural.
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