En el escudo de armas del Vaticano vemos, sobre un campo de gules, dos llaves cruzadas atadas mediante un cordón; una es de oro y otra de plata, y representan el doble poder, espiritual y terrenal, de la Iglesia. Pero lo que nos interesa aquí es el elemento que está sobre ellas: la tiara papal, una triple corona que ceñían los nuevos pontífices tras su elección. Se conservan veintidós y probablemente la más peculiar de todas ellas sea la conocida como tiara de papel maché, por estar confeccionada de ese material y la (...)
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El saqueo era tan concienzudo que a veces hasta iban por lo menudo saqueando. El pillaje del norte de Italia es la razón por la cual uno de los ejemplares del Libro de los Privilegios de Cristóbal Colón está en el archivo del Ministerio de Exteriores de Francia, junto con unas 16 cajas de documentos robados de Génova.
Volviendo a la tiara de papel maché, tengo que reconocer el buen juicio de Pío IX, que solía recurrir a la de papel maché para actos diversos, ya que sería un adorno pobre pero también más cómodo para llevar en la cabeza, especialmente si debía hacerlo mucho tiempo,. Entre llevar una tiara de varios kilos de peso sobre las sienes y ponerse una de menos de medio kilo, la elección es obvia.
¿Que la Grande Armée, unos 600 mil soldados de los cuáles la mitad eran mercenarios polacos, italianos, austríacos, sajones y, sí, también españoles entre muchos otros, saqueaban y se lo llevaban todo puesto? Menuda nonoticia de manual. Próxima publicación de la brújula verde: el colonialismo no tenía su razón de ser en alfabetizar a los africanos, sino explotar su trabajo y riquezas.
PD: se hacen tesis doctorales (100€ cada 25 dina4).
Por cierto, la invasión napoleónica generalizó la enseñanza pública, muy a pesar del poder papal, que quedó reducido al Vaticano en favor del nuevo reino de Italia y otras republicas italianas que, a la postre, fueron el inicio de un sentimiento italiano que después Garibaldi aprovechó para unificar Italia.
Lo que sí le digo es que estoy por asegurar que los tercios no destrozaron edificios religiosos, ni, por ejemplo, dieron de comer a sus caballos en las sepulturas de reyes de una iglesia románica (como sí hicieron los franceses en San Isidoro, en León), ni expoliaron las obras de arte de las iglesias arrancando hasta los herrajes de los retablos.