Antes de los campos de golf, de los puertos deportivos y de las excursiones culinarias, fue el contrabando. Pero no como postura casi poética, un punto irredenta, de ver la vida. No. Como medio puro y duro de supervivencia. No estamos ante una actividad de delincuentes sino de una manera de llenar estómagos vacíos y, a ambos lados de la Raya, la frontera entre Huelva y Portugal que dibuja con precisión el Guadiana, las historias de los contrabandistas, de los guardias civiles y los guardinhas portugueses, de la ideas y venidas de tabaco, café,
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Ahora en serio, esto es algo común y connatural a todas las fronteras. Incluso cuando hay un mercado común. Siempre hay productos que por algún extraño motivo son más fáciles de encontrar o tienen mejores precios a un lado de la linea... y la gente, obviamente, se aprovecha. Y suele ser de doble sentido.