Hoy en día se acepta en forma universal que el Hombre de Kennewick no era un indio norteamericano. Además de la forma de su cráneo —redondo como los cráneos europeos— de su cara larga y estrecha como las de los semitas y de sus dientes sin desgastar debido al consuetudinario consumo de carnes cocidas y otros alimentos blandos (todas características ausentes en los nativos norteamericanos primitivos), el Hombre de Kennewick mostraba el abombamiento del hueso occipital que todos los descendientes de europeos poseemos
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