La China imperial, y su sucesor, el Partido Comunista Chino pueden describirse así: un Estado sin Sociedad. Esta situación fue extremadamente estable. La estabilidad sobrevino gracias al atrincheramiento autocrático. En parte porque la poderosa burocracia imperial marginó a la aristocracia y a la nobleza terrateniente (competidores del Emperador) y en parte gracias a que el sistema Keju desactivó con éxito una vulnerabilidad que aflige a todas las autocracias: la oposición al autócrata que proviene de los miembros de la élite.
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