Para cerrar esta trilogía qué mejor forma que empezar por el rey Leovigildo, el más importante de todos los reyes visigodos y cuyo reinado marcó un antes y un después. De hecho, hasta su llegada al trono fue diferente. Ya habéis comprobado que los godos no podían vivir sin rey (los interregnos apenas duraban unos minutos), pero tras la muerte de Atanagildo hubo un vacío de poder de varios meses en los que corrió peligro la unidad del reino
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Cuando Mehmed II fue nombrado sultán del Imperio Otomano, impuso la llamada ley del fratricidio para evitar guerras civiles entre los posibles herederos al trono. Según esta ley, cuando era nombrado un nuevo sultán, todos sus hermanos sobrevivientes eran estrangulados. Eso sí, tenían el detalle de que fuese con hilo de seda y no con una vulgar cuerda de cáñamo.
¿Qué sería del emérito en estas épocas?
En ese "relato de la historia de España", que desafortunadamente aún conservamos en gran parte, el islam, su costumbres y sus gentes eran "el enemigo" y se acuñó el término "reconquista". Está muy claro contra quien pero ¿reconquista por parte de quien? Ya no existía el reino godo.
El Tío Tom defendiendo al Señor.