Cultura y divulgación
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Las musas no tienen por qué ser perfectas

Con veinticinco años, Gustave Flaubert conoció a su musa, Louise Colet. Explica Julian Barnes en El loro de Flaubert que «aunque de temperamentos poco afines y de principios estéticos incompatibles, Gustave y Louise duran sin embargo mucho más de lo que la mayoría hubiese esperado». En este artículo se traslada a una musa del S. XIX al S. XXI para demostrar que la inspiración no está reñida con la vulgaridad.

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