“Levantando nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con V. E., deseada victoria católica España. Hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas y cristianas tradiciones, que tan grande le hicieron. Con esos sentimientos efusivamente enviamos a V. E. y todo el noble pueblo español, nuestra apostólica bendición. PÍO PAPA XII."
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etiquetas: papa pio xii , franco , guerra civil , generalísimo
Que revelación, la Iglesia apoyando al facherío!!
Nunca lo hubiese imaginado.
Eso seria lo suyo , pero claro. Soy un ser demasiado optimista.
Bueno, hoy no, que tengo mucho lío, mejo mañana...
No creo que sea correcto generalizar, yo conozco algunos que lo suscribirían palabra por palabra.
Claro que también conozco otros que no. Así funcionan todos los grupos grandes, hay de todo.
Eso sería más parecido a decir: "Los que creemos en algún dios, no suscribimos (o suscribimos, la dirección es indiferente) estas palabras".
Pero bueno, veo que has entendido a lo que me referería... Las generalizaciones están feas ya que en un grupo grande hay de todo. Déjalas para los que hablan soltando bilis y si intentas razonar, mejor huye de ellas ya que es dificil que una generalización sea válida al 100% en ningún grupo grande (salvo que sean obvias, como decir que todos los católicos son cristianos).
Pero comprendo que no se lo ponen fácil y no le dará tiempo en vida.
Que no tengáis ni idea del entorno en que se producía ese telegrama y a santo de qué se producía, también.
es.wikipedia.org/wiki/Persecución_religiosa_durante_la_Guerra_Civil_E
Lo que dijo en 1938 el embajador de Francia, Erik Labonne, republicano:
¡Qué espectáculo!... desde hace cerca de dos años y después de afrentosas masacres en masa de miembros del clero, las iglesias siguen devastadas, vacías, abiertas a todos los vientos. Ningún cuidado, ningún culto. Nadie se atreve a aproximarse a ellas. En medio de calles bulliciosas o de parajes desiertos, los edificios religiosos parecen lugares pestíferos. Temor, desprecio o indiferencia, las miradas se desvían. Las casas de Cristo y sus heridas permanecen como símbolos permanentes de la venganza y del odio. En las calles, ningún hábito religioso, ningún servidor de la Iglesia, ni secular ni regular. Todos los conventos han sufrido la misma suerte. Monjes, hermanas, frailes, todos han desaparecido. Muchos murieron de muerte violenta. Muchos pudieron pasar a Francia gracias a los meritorios esfuerzos de nuestros cónsules, puerto de gracia y aspiración de refugio para tantos españoles desde los primeros días de la tormenta. Por decreto de los hombres, la religión ha dejado de existir. Toda vida religiosa se ha extinguido bajo la capa de la opresión del silencio. A todo lo largo de las declaraciones gubernamentales, ni una palabra; en la prensa, ni una línea. Sin embargo, la España republicana se dice democrática. Sus aspiraciones, sus preocupaciones políticas esenciales, la empujan hacia las naciones democráticas de Occidente. Su Gobierno desea sinceramente, así lo proclama, ganar la audiencia del mundo, hacer evolucionar a España según sus principios y siguiendo sus vías. Como ellas, se declara partidario de la libertad de pensamiento, de la libertad de conciencia, de la libertad de expresión. Hace mucho tiempo ha aceptado el ejercicio del culto protestante y del culto israelita. Pero permanece mudo hacia el catolicismo y no lo tolera en absoluto. Para él el catolicismo no merece ni la libre conciencia, ni el libre ejercicio del culto. El contraste es tan flagrante que despierta dudas sobre su sinceridad, que arrastra el descrédito sobre todas sus restantes declaraciones y hasta sobre sus verdaderos sentimientos. Sus enemigos parecen tener derecho a acusarle de duplicidad o de impotencia. Como su interés, como infinitas ventajas le llevarían con toda evidencia a volverse hacia la Iglesia, se le acusa sobre todo de impotencia. A pesar de sus denegaciones, a pesar de todas las pruebas aducidas de su independencia y de su autonomía, se le cree ligado a las fuerzas extremistas, a los ateísmos militantes, a las ideologías extranjeras. Si fuera verdaderamente libre, se dice, si su inspiración e influencias procedieran efectivamente de Inglaterra o de Francia, ¿cómo ese Gobierno no ha atemperado el rigor de sus exclusivismos, olvidando su venganza, y reniega de su ideología?