Y, claro, salió Trump. No es que lo hubieran contado los posos del café leídos al anochecer. Bastaba mirar con la cabeza fría el abandono que sufren millones de norteamericanos a los que les prometen diariamente una dieta de sueño americano y apenas llegan a meterse en la boca la sensación de ser uno más de esos loser de las peores series. Una vez que sacaron a Sanders del juego -con trampas y desde dentro de las filas demócratas-, todas las papeletas apuntaban a Trump. Los trucos parlamentarios se están agotando en muchos sitios.
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