El mayor lujo que Castillo se permite es tener cuatro jaulas, y dentro de cada jaula un pájaro, y es un lujo porque de vez en cuando se encierra en la furgoneta nada más que para oírlos cantar, y dice que cuando los cuatro hacen coro él se queda más o menos flipado, más o menos cautivado. Lo demás es material imprescindible, mercadería para la supervivencia: un espejo, un paraguas, una escoba, un ventilador pequeño, una linterna, una radio, varias botellas de agua, bolsas de patatas, una imagen de la Virgen con el Niño en brazos.