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Abel Quezada: caricatura sin ofensa
Ridiculizó a todos: a la clase política y empresarial, a tecnócratas e intelectuales, a través de una crítica severa, pero nunca hiriente. Al enfocarse en personajes arquetípicos, y no en políticos con nombre y apellido, los cartones de Quezada brincaron los sexenios, alcanzando la categoría de clásicos.
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