Las redes sociales han querido hacerse eco de este intento de olvido digital para que todo el mundo conozca el nombre de Antonio Luis Baena Tocón, por lo que el intento del hijo de Baena por eliminarlo de las búsquedas ha acabado generando el llamado efecto Streisand: un fenómeno que se produce cuando un intento de censura acaba por conseguir el efecto contrario y la información en cuestión es ampliamente difundida.
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Y a nuestro derecho al recuerdo que le den por culo.
Entre 1939 y 1943, con la graduación de alférez, Baena Tocón fue destinado al Juzgado Especial de Prensa,[1] encargado de perseguir y depurar a aquellas personas que hubiesen escrito en medios de comunicación durante la República. A las órdenes del juez instructor se encargó de investigar la Hemeroteca Municipal de Madrid, anotando los nombres de escritores y periodistas, junto con comentarios sobre el carácter de los presuntos delitos que habrían cometido en sus piezas literarias.[2]
Además, fue miembro de varios consejos de guerra relacionados con el Juzgado Especial de Prensa, destacando el instruido contra el poeta Miguel Hernández, condenado a muerte en marzo de 1940 –la pena fue posteriormente conmutada por 30 años de prisión–. Baena Tocón figuró como secretario del mismo, a pesar de no tener la titulación necesaria para ello al haber aprobado tan solo unas pocas asignaturas de Derecho.[3]
Ya habrán otras noticias más actuales y tal...
A esto me refiero.
¿Pero qué consiguen? ¿Qué aportan? ¿Quién conocía a Baena y por qué se le debería conocer más allá de la infantil venganza ideológica de los que creen que en ese personaje se encontraba un pilar fundamental del régimen y no un mero funcionario? Ni siquiera lo conocían ellos, cosa natural, ya que es como conocer que el padre de alguno de estos elementos hubiera sido el tonto del pueblo y eso es algo que toda España haya de saber. Por no tener no tenía ni página de wikipedia; no lo tenía ni el juez firmante, vistos los momentos en los que se editó la entrada en la wiki y la de los personajes relacionados.
Y lo de erudito ignoto me ha gustado. Es que los historiadores deben ser famosos? Pues si al erudito ignoto le pareció relevante es por qué lo era.
Infantil venganza ideológica.
Ahora la muerte es infantil.
Ahora la verdad es una venganza.
Hacéoslo mirar, en serio.
La banalidad del mal, según Hannah Arendt: a propósito de Adolf Eichmann: era un funcionario, un ejemplar burócrata que sólo cumplía órdenes eficazmente. Vaya, es que colaboró en el Holocausto, era un genocida, criminal de guerra, pero es que era su trabajo.
También se ganaba la vida a su manera el funcionario que seleccionaba a los judíos, los soldados que los metían en vagones, eran órdenes superiores, el guardaagujas que desviaba el tren hacia el campo de exterminio, los médicos y enfermeras que seleccionaba a los sanos de los enfermos, el que los metía en las duchas, el que abría las llaves del gas Zyclon B, un pesticida que se usaba en principio para controlar las plagas de tifus, y que otro operario había cargado, y así resultaba que nadie era responsable de nada. (decía Jonathan Littell, en Las Benévolas).