Los últimos 10 años no sólo han animado a los hombres a adoptar las mismas neurosis que las mujeres sobre lo que los demás piensan de su piel, su pelo y su cuerpo, sino a reorientarse constitucionalmente hacia lo femenino. Pensemos en la frecuencia con la que se enseña a los hombres que tienen que orientarse más hacia los sentimientos, ser menos asertivos, más empáticos, buscar menos el estatus, o cómo la sexualidad masculina, o incluso el mero interés sexual, se entiende cada vez más como algo inherentemente depredador y peligroso.
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