Hoy, todos los que no opinan como nosotros en redes sociales, en los parlamentos autonómicos o en el Congreso, pasan a ser inmediatamente etiquetados como fascistas. Los historiadores advierten del gran riesgo que este manoseo y banalización suponen para, precisamente, la entrada silenciosa del fascismo. Porque si todo es fascismo... ya nada es fascismo.
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