''Autopiloto'' [Traducción desde Reddit]

*[ Aviso: Esto es una traducción de un relato corto de terror publicado en el sub Nosleep de Reddit por el usuario Skarjo en Marzo del 2013. Enlace al relato original en inglés: old.reddit.com/r/nosleep/comments/19fmjf/autopilot/ ].

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¿Alguna vez te has dejado el móvil en casa?

¿Cuándo te diste cuenta de que lo habías olvidado? Supongo que no te diste una palmada en la frente al momento y exclamaste ''¡mierda!'', ni tampoco tuviste una comprensión espontánea de lo que había ocurrido. Lo más probable es que fueras a coger el teléfono en tu bolsillo o en tu bolso y por unos momentos te hayas sentido confundido al no palparlo ahí. Entonces es cuando haces un repaso mental de los eventos de la mañana.

Mierda.

En mi caso, la alarma de mi teléfono me despertó como de costumbre, pero me di cuenta de que la batería estaba más baja de lo que esperaba. Era un modelo nuevo y tenía el hábito de dejar abiertas aplicaciones que drenaban su batería durante la noche. Así que ese día lo puse a cargar mientras me duchaba en lugar de meterlo en mi mochila como siempre. Fue un ligero cambio de la rutina de todos los días, pero con eso bastó. Una vez en la ducha, mi cerebro entró en ''la rutina'' que sigue cada mañana y eso fue todo.

Olvidado.

No es sólo que yo hubiera sido torpe sino que, como más tarde investigué, esto era una función reconocida del cerebro humano. Tu cerebro no trabaja sólo a un nivel, lo hace a varios niveles. Como cuando estás caminando, piensas en tu destino y evitas obstáculos; pero a la vez no necesitas pensar en mantener a tus piernas moviéndose correctamente. Si fuera así, el mundo entero se convertiría en un cosplay masivo de QWOP.

Yo no pensaba sobre la regulación de mi respiración, pensaba en que debería pillar un café de camino al trabajo (lo hice). No pensaba en el tránsito de mi desayuno por mis intestinos, pensaba en si podría acabar en el trabajo a tiempo para recoger a mi hija Emily de la guardería o si tendría que demorarme. Así es como funciona todo: hay un nivel de tu cerebro que se encarga de la rutina para que el resto pueda pensar en otras cosas.

Piénsalo. Intenta pensar en tu último desplazamiento. ¿Qué es lo que recuerdas? Poco, si es que recuerdas algo. Los viajes rutinarios se difuminan unos con otros y está científicamente probado que recordar uno en particular es difícil. Haz algo con la frecuencia suficiente y se convertirá en rutina. Sigue haciéndolo y dejará de ser procesado por la parte ''pensante'' de tu cerebro para ser delegado a la parte ''rutinaria''. Tu cerebro seguirá haciendo lo mismo sin que necesites pensarlo. Pronto pensarás en tu ruta al trabajo tanto como piensas en el movimiento de tus piernas cuando caminas, es decir, no pensarás en ello para nada.

La mayoría de la gente lo llama su ''Autopiloto'' alegremente. Pero conlleva un peligro. Si tienes un cambio en tu rutina, tu habilidad para recordar y responder a ese cambio es tan buena como lo sea tu habilidad para frenar a tu cerebro cuando se pasa a modo rutinario. Mi habilidad para recordar que mi teléfono estaba cargándose sobre la encimera era tan fiable como mi habilidad para parar a mi cerebro entrando en su rutina mañanera, en la que cuenta con que mi teléfono esté guardado en mi mochila. Pero yo no paré a mi cerebro. Entré en la ducha y comenzó la rutina. Olvidé la excepción.

Autopiloto encendido.

Mi cerebro sigue su rutina. Me ducho, me afeito, escucho a la radio dar una buena predicción del tiempo, le doy a Emily su desayuno, la meto en su sillita del coche (estaba adorable esa mañana, se quejaba del ''sol malo'' que la cegaba, decía que no la dejaba dormir de camino a la guardería) y arranco. No importó que mi teléfono siguiera en la encimera, cargándose en silencio. Mi cerebro seguía la rutina y en la rutina mi teléfono tenía que estar en mi mochila. Por eso lo olvidé. No fui torpe. No fui negligente. Simplemente mi cerebro sobrescribió la excepción.

Autopiloto encencido.

Conduzco hasta mi trabajo. Ya hace un calor sofocante. El sol malo llevaba ardiendo desde que mi ausente teléfono me despertó esta mañana. El volante quemaba cuando entré en el coche. Creo que incluso recuerdo oir a Emily cambiarse de sitio para ponerse detrás de mi asiento y refugiarse del resplandor. Pero llego al trabajo. Entrego los informes. Voy a las reuniones. Y no es hasta que tomamos el descanso del café que intento coger mi móvil y el espejismo se desvanece. Hago un repaso mental. Recuerdo la batería en mínimos. Recuerdo poner el móvil a cargar. Recuerdo que lo dejé ahí.

Mi teléfono seguía en la encimera.

Autopiloto apagado.

De nuevo, aquí nos damos de bruces con el peligro. Hasta que tienes ese momento en el que buscas tu teléfono y no lo encuentras, esa parte de tu cerebro sigue en modo rutina. Y no tenías ningún motivo para interrumpirla, por eso es una rutina. Contrición por repetición. No es como si alguien te fuera a decir: ''¿Por qué no recordaste recoger tu móvil? ¿Cómo pudiste olvidarlo? Debes de ser negligente''. Mi cerebro me hizo seguir la rutina habitual a pesar de que esta vez no lo era. No había olvidado mi teléfono porque para mi cerebro éste ya estaba metido en la mochila. ¿Por qué habría de cuestionarlo? ¿Para qué iba a comprobarlo? ¿Cómo podría recordar de repente que mi teléfono seguía en la encimera? Mi cerebro estaba programado en su rutina y en la rutina el teléfono ya tenía que estar en la mochila.

En día seguía siendo asador. De la niebla matinal pasamos a un calor ferviente e implacable. El asfalto burbujeaba. Los rayos directos del sol amenazaban con quebrar el pavimento. La gente se pasó del café a los smoothies. Chaquetas colgadas, camisas arremangadas, corbatas aflojadas y frentes sudorosas. Los parques se iban llenando poco a poco con gente tomando el sol y haciendo barbacoas. Los marcos de las ventanas empezaban a combarse. Los termómetros continuaban ascendiendo. Gracias a Dios que teníamos aire acondicionado en las oficinas.

Pero, como de costumbre, al llegar el atardecer, del horno de la mañana pasamos a una noche refrescante. Otro día, otro dólar más. Seguí maldiciendo por haberme olvidado el móvil mientras conducía hacia casa. El calor del día se había condensado liberando un olor horrible desde algún rincón del interior del coche. Cuando llegué a la entrada, las piedras crujían reconfortantemente bajo los neumáticos. Mi mujer me saludó desde la puerta.

''¿Dónde está Emily?''

Joder.

Como si lo del teléfono no hubiera sido suficiente. También había olvidado a Emily en la puta guardería. Inmediatamente aceleré hasta allí y fui hacia la puerta practicando mis excusas, preguntándome vanamente si podría camelarme a la responsable para evitar la multa por tardanza. Vi un trozo de papel pegado a la puerta.

''Debido a un acto de vandalismo nocturno, por favor usen la otra puerta. Sólo por hoy.''

¿Vandalismo nocturno? ¿Qué? La puerta estaba como siempre esta maña-

Me congelé. Mi rodillas bailaron.

Vandalismo. Un cambio en la rutina.

Mi teléfono estaba en la encimera.

No vine esta mañana.

Mi teléfono estaba en la encimera.

Fui directo al trabajo mientras bebía el café. No traje a Emily hoy.

Mi teléfono estaba en la encimera.

Se cambió de sitio en el coche. No la vi en su sillita desde el espejo.

Mi teléfono estaba en la encimera.

Quiso taparse del sol malo para dormir. No dijo nada cuando nos pasamos de su guardería.

Mi teléfono estaba en la encimera.

Ella fue un cambio en la rutina.

Mi teléfono estaba en la encimera.

Al cambiar la rutina olvidé dejarla en la guardería.

Mi teléfono estaba en la encimera.

9 horas. Ese coche. Ese sol ardiente. Sin aire. Sin agua. Sin ayuda. Ese calor. El volante quemaba cuando entré en el coche.

Ese olor.

Fui hasta el coche. Anestesiado. Conmocionado.

Abrí la puerta.

Mi teléfono estaba en la encimera y mi hija estaba muerta.

Autopiloto apagado.

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