Cuestión de tiempo

-¡Flotando a la deriva en medio de ninguna parte, sin comunicaciones exteriores y con el soporte vital justito para cuarenta y ocho horas! -bramó Hans Firstkerchief, dando un puñetazo en la primera consola que tenía más a mano.

-Señor, yo no necesito oxígeno, no me afecta el vacío, ni... –dijo el robot con la voz sincopada que era el hazmerreír de la nave y fuente de los chistes más procaces que la tripulación compartía en sus ratos de ocio... y de trabajo.

-¡Genial, eso es de mucha ayuda, chatarra parlante! -interrumpió Hans al locuaz ingenio mecánico de la nave-. Como si no tuviera suficientes problemas ahora mismo.

El robot se encogió de hombros haciendo un ruido de servomotores parecido al graznido de una rapaz. Técnicamente hablando, en Base Luna lo llamaban ingenio de inteligencia cuántica, modelo “TAL3”. Conocido en la nave como: “Tonto a las tres”.

¡Skooc! ¿Dónde demonios estás? ¡Te necesito en el puente como para ayer o así! –gritó exaltado por el comunicador de la nave.

-Ejem, señor, ejem... Voy para allá, señor... No pensé que pudiera ser de mucha utilidad y... –La vocecilla del tímido Kilian Skooc sonaba siempre igual, era la duda personificada, nadie sabía cómo había conseguido el puesto de ingeniero jefe.

-Skooc, no me jod... –comenzó a decir el capitán, mientras apretaba los puños y su rostro se tornaba de un color pálido tenso mientras las venas del cuello pugnaban por salir a través de la piel como tuberías embotadas en sangre-. ¡Y tú también, ”Mec”, sube al puente inmediatamente!

-Capitán, señor, para su información, el sindicato está negociando ahora con los de mantenimiento de motores... –En un susurro, como esperando no contrariar a los mismísimos dioses, el primer oficial John Alonso se dirigió a su superior con la cabeza inclinada.

-Por todos los... ¿Es que no puedes decirles que no es el mejor momento para estar negociando chorradas? ¡Estamos parados o a la deriva, que ya ni lo sé, delante de un agujero en el espacio de origen desconocido y me vienen con las horas libres del convenio...!

-Ya, lo comprendo, señor, pero el vocal del sindicato...

-Está bien. Está bien. Total, los motores no funcionan –dijo Hans encogiéndose de hombros dando por perdida la batalla.

-Sí, capitán... –respondió el primer oficial dudando si hablarle sobre las quejas por el horario de turnos de comida y las nuevas peticiones del sindicato sobre el color de los monos de trabajo del personal de mantenimiento de motores o dejarlo para otro momento.

-”Mec”, cuando usted tenga a bien, responda a los mensajes del capitán de la nave.

-Sí, señor... Quiero decir, perdone, capitán, voy para allá...  –respondió a través de los altavoces de la sala de mando la cantarina voz de la oficial científica, María Elena Cozina, más conocida como “Mec”.

-Bueno, ¿qué sabemos del agujero ese? –preguntó al aire el capitán mirando a través del ventanal frontal de la sala de mando. En realidad, la imagen era la de varias cámaras situadas en el casco exterior que proyectaban sobre un vidrio con nanopartículas las imágenes procesadas, creadas de tal modo que daban la impresión de una ventana al espacio.

-Señor, la mayoría de los sensores no funcionan... –respondió la menuda encargada de comunicaciones, Naoko Asuka, con su vozarrón de barítono.

-¿Y los datos anteriores al fallo de los instrumentos? –suspiró Hans cerrando los ojos por un instante intentando no perder la calma.

-Capitán, mis sensores detectan una distorsión cuántica del tipo variedad diferenciable semi riemanniana con un tensor métrico de signatura alfa en el tensor de curvatura de Ricci marcando una hipersuperficie de Cauchy –dijo el robot moviendo los brazos como si estuviera dando una disertación a una audiencia invisible. Como pasaban los segundos y nadie le contestaba, el robot volvió a hablar creyendo que no se le había oído-. Capitán, mis sensores detectan una distorsión cuántica del tipo...

-Ya lo he oído, ya lo he oído, pero estoy dudando entre estrangularte con una llave inglesa o preguntarte... ¡¿qué diablos es eso!? –estalló el capitán, cosa que era de esperar, porque aunque era un hombre curtido en mil y un problemas en el espacio, también era famoso por perder la paciencia a la velocidad de la luz.

-Pues eso exactamente, que mis sensores detectan una distorsión cuántica del tipo variedad diferenciable semi riemanniana con un tensor métrico de signatura alfa en el tensor de curvatura de Ricci marcando una hipersuperficie de Cauchy –dijo el robot en tono tan neutro que casi parecía que se estaba mofando del capitán.

-¿Y esa distorsión alfa singer con tensor cuántico en un hipermercado de curvatura qué es? –preguntó el capitán en un tono extraordinariamente coloquial y amable, como si estuviera a punto de desmontar al robot a mordiscos.

-¿Capitán? –respondió el robot, no entendiendo lo que se le acababa de preguntar.

-Señor, el robot se refiere a una fisura en el espacio-tiempo... –intervino “Mec” mientras abría manualmente la puerta del puente de mando, ajustándose el cuello de la camisa, comprobando que estaba bien abotonada, y el cinturón magnético a la cadera.

-No voy a preguntarte por qué tardabas en responder... –dijo el capitán cerrando los ojos esperando que al abrirlos todo fuera un mal sueño del que pudiera despertarse en una nave con una tripulación normal.

-Capitán, aquí Wachonski, suboficial de mantenimiento –dijo la estropajosa voz del fornido polaco a través del comunicador.

-Espero que sea urgente... –masculló Hans tapándose la cara con las manos.

-Señor, sí, capitán, era para comprobar si estaba usted en el puente de mando o aquí en la bahía de carga nordeste, señor... 

-¿Wachonski borracho otra vez? Suspende una semana de empleo y sueldo a esa esponja... –dijo imperativamente al primer oficial mientras éste tragaba saliva.

-Lleva un mes sin beber, capitán... –respondió John mientras esperaba no haber dicho lo que acababa de decir.

El capitán entrecerró los ojos mirándolo fijamente, tomó aire lentamente y lo expulsó en un remedo de relajación.

-Señor, tengo aquí a... a usted en persona y... quería saber a quién debo obedecer ya que... –volvió a decir por el intercomunicador el polaco aficionado a coleccionar figuritas de porcelana y resacas.

-Pásame con ese impostor y solucionamos esto antes de que te mande de cabeza a la celda A3, ésa que tiene goteras desde hace años y que el suboficial de mantenimiento... ¡no ha tenido a bien arreglar nunca! –respondió Hans con un evidente rastro de desesperación en la voz y una cara tan crispada que algunos músculos parecían cuerdas de piano.

-Aquí Hans Firstkerchief, capitán de la nave Zelestia, identifíquese –dijo a través del comunicador una voz que sonaba exactamente igual a la del capitán que ahora mismo estaba sentado en la sala de mando.

-Si es una broma, alguien lo pagará muy... muy... muy caro –dijo el capitán entre dientes y cogiendo aire lentamente.

 

La Zelestia tenía asignada la ruta Nibelungo 34 de los asteroides del grupo Hildas, desde la base minera en la Luna hasta el grupo de extracción situado en Gold122b, un asteroide tapizado en oro. La compañía minera, U.R. Mine Ltd. se encargaba de extraer cualquier mineral que supusiera beneficios para la compañía; iridio, oro, tántalo, molibdeno, todo era procesado por la ávida compañía. La nave, comandada por Hans Firstkerchief, tenía encomendada la misión de transportar piezas de repuesto y recoger restos de materiales inservibles, así que entre el mundillo minero la llamaban “La escoba espacial” en referencia a una arcaica serie de visovisión2D.

En algún punto entre Júpiter y los asteroides Iron557b y Gold215h, la Zelestia se encontró con una especie de desgarro en el espacio. “Eso es un siete y no lo que llevo yo en el pantalón”, dijo el cocinero de la nave, famoso por hacer vomitar a media tripulación.

Al acercarse a la supuesta rotura del tejido del universo, la nave perdió el impulso inercial y las comunicaciones exteriores, los motores se pararon y el soporte vital quedó limitado a cuarenta y ocho horas. A ojos vista, era como si el propio espacio estuviera desgarrado en zigzag y dentro de la rotura sólo se viera una negrura densa; la fractura podría medir unos cinco mil kilómetros de largo por quinientos de ancho. Justo antes de que la Zelestia se quedara sin energía, los sensores habían detectado un intenso pico energético y una copia desdibujada de la propia nave había atravesado el desgarro, como si fuera un fantasma, y había desaparecido por aquel agujero en la malla del continuo espacio-tiempo.

 

-Señor, si se ha producido una paradoja espacio-temporal y esa copia es usted... –intervino la joven oficial científica ajustándose aún más el entallado uniforme.

-El capitán debería ponerse algo para que podamos distinguir al nuestro del otro... –interrumpió Naoko, aparentemente distraída, como si hablara para sí misma.

-O pactar una palabra clave para saber que es él... -añadió el primer oficial con aire de seguridad.

-Los dos capitanes no deben entrar en contacto o el universo explotará –dijo “Mec” pensando en alguno de los holofilmes, de dudosa calidad, que veía a altas horas de la madrugada.

-¡Aún no sabemos lo que está pasando, demonios! Wachonski, dígale a ese supuesto capitán que venga inmediatamente al puente -bramó el capitán en el comunicador, mientras sopesaba la situación. Los segundos llegaron al minuto largo y seguía sin haber respuesta del suboficial de mantenimiento, así que Hans insistió al estilo de los capitanes que están a punto de perder la paciencia-. ¡¿Wachonski?!

-Ejem, señor, es que... eh... no puedo darle órdenes al capitán de la nave y tampoco me obedecería, así que... –contestó por el comunicador el suboficial sintiendo en lo más profundo de su ser que hiciera lo que hiciera acabaría arrestado por uno u otro capitán.

-¡Le ordeno que abandone el puente inmediatamente! La usurpación de un oficial al mando y el control sin autorización de una nave espacial se castiga con duras penas de cárcel –gritó desde el comunicador el otro Hans.

-Me cago en la... -exclamó el capitán, dando puñetazos al ritmo de golpe por palabra sobre el brazo derecho del asiento del primer oficial-. ¡El capitán de esta nave soy yo!

-Voy para el puente y espero que el equipo de seguridad ya esté allí -añadió el otro Hans por el comunicador.

-Capitán, aquí seguridad, nos dirigimos al puente... –dijo la voz del oficial de seguridad de la empresa SafeSpace, el hombre más gafe de la compañía y que había sido destinado lejos de la central para evitar “males mayores”.

-¿Capitán? –preguntó John al ver que éste tenía los ojos en blanco y parecía a punto de sufrir una grave crisis nerviosa.

-Estoy aquí, aunque no lo parezca, estoy aquí –dijo en tono quedo.

-A lo mejor no es mala idea ponerse algo para que lo reconozcamos, capitán... –añadió TAL3, conocido por su habilidad para meter en líos al primero que se le cruzara por delante.

-Está bien, está bien, me guardaré los galones en el bolsillo –añadió Hans maldiciendo en varios idiomas mientras guardaba los dos laureles dorados que rodeaban una pala, un pico y un planeta plateados, símbolo de capitán de astronave minera.

-Capitán, aquí seguridad, sólo tengo disponibles dos agentes, el resto tienen días libres por el convenio sindical... –dijo de nuevo la voz del oficial de seguridad, Roy Jessop, la única persona “famosa”, con muchas comillas, por haber sido alcanzado por un rayo en la Tierra no una, sino dos veces; recibir el impacto de un micro meteorito en la Luna justo en el visor del casco y por haber sobrevivido a dos inverosímiles descompresiones de trajes espaciales.

El capitán miró al primer oficial, éste se encogió de hombros, luego Hans cerró los ojos y se dejó caer en el sillón del puente de mando vencido por las circunstancias.

-Señor, las mediciones de la fisura fluctúan –dijo el robot en el tono más neutro posible.

-¿Cómo es que esta cafetera con patas sigue funcionado y el resto de los sistemas de la nave no...? –preguntó Hans al aire.

Un silencio incómodo llenó la sala. El capitán miró intensamente a “Mec”  y a Skooc después. La primera intentó distraer la respuesta mirando la ventana de observación donde se veía la fisura espacial. El segundo comenzó a rascarse el pelo sonriendo a Naoko y buscando una complicidad que no encontraba.  

-Interesante, parece que... –comenzó a decir TAL3 proyectando un holográfico que parecía la lista de los últimos premios de la Lotogalaxia.

-Ahora no, ahora no... –le dijo Skooc al robot entre dientes y negando con la cabeza.

-Rápido, poneos algo para que entre nosotros nos podamos reconocer –dijo a toda prisa la oficial científica.

-¿Por...? –preguntó John, estirando dignamente su uniforme.

-Ha cambiado de color por un instante –respondió “Mec”, experta en mezclar conocimientos científicos con ideas absurdas de relatos de bajísimo contenido técnico: “Avispas gigantes de Ganímedes”, “La reina de los cielos submarinos” o la conocida holoserie “Invasores de Terraplania”.

-¿Y? –preguntó Hans abriendo los brazos a modo de interrogación.

-No sé, pero en “Enterprise Wars” cada vez que...

-Capitán, mis sensores indican fluctuaciones estructurales en el continuo, se ha añadido energía a nuestro universo... -dijo el robot moviendo la mano como si estuviera controlando el tráfico.

¿Y? –volvió a preguntar el responsable de la Zelestia, ahora ya con gesto apático.

-Por si acaso -dijo “Mec”, totalmente convencida.

 

Sin que mediara más discusión técnica, Skooc se quitó la chaqueta y el primer oficial le dijo que eso no era suficiente, que tenía que ser algo más evidente, así que el ingeniero de la nave se quitó los calcetines, los anudó y se los puso en el cuello a modo de colgante. “Mec” cogió de una consola uno de los rotuladores usados en baja gravedad y se pintó la cara con motivos supuestamente étnicos. John, detrás de una consola, intercambió sus pantalones con los de Naoko. Al robot, Skooc le pintó la cabeza con spray de soldadura de color amarillo vivo. A todo esto, el capitán contemplaba atónico lo que estaba sucediendo en el puente de mando, donde sus oficiales parecían ahora escapados de alguna prisión mental de máxima seguridad, o peor aún, estaban actuando totalmente en serio. El ingeniero descalzo con unos calcetines rojos, manchados y sudados, a modo de pañuelo anudado al cuello. La oficial científica con la cara pintarrajeada como si un bromista la hubiera pillado dormida y le hubiera dejado formas absurdas en la cara, frente y cuello. Su primer oficial llevaba puesto un pantalón dos tallas menos, lo que le daba un aspecto de apretada morcilla zamorana. La oficial de comunicaciones llevaba unos pantalones dos tallas más grandes, anudados con un cable para que no se le cayeran. Y al robot le caían goterones de color amarillo por los hombros y el torso de aceropiel.

Todos miraron al capitán con la actitud de misión cumplida. Hans no sabía si echarse a llorar o a reír, el cerebro había entrado en un bucle difícil de sortear.

 

Hans Firstkerchief era conocido en la flota por muchas cosas, entre ellas su tenacidad, cierto que había resuelto bastantes problemas en los años que había comandado la Zelestia dando un puñetazo en la primera consola que encontraba, cosa que con la tripulación que tenía bajo su mando era la única opción razonable, la otra era matarlos lenta y dolorosamente. Opción que alguna vez había sopesado muy seriamente.

Las puertas de la sala de mando se abrieron con un gruñido metálico al ser accionadas manualmente ya que no había energía suficiente, la justa para mantener el soporte vital, la iluminación de emergencia y un par de áreas básicas. Dos agentes de seguridad, el mismo Roy Jessop y el otro capitán, perfectamente uniformado, entraron. Por un instante, el tiempo parecía haberse detenido, los que acababan de entrar se quedaron pasmados al ver la escena protagonizada por los allí presentes, una mezcla entre bufonada y locura a partes iguales. Hasta que los dos capitanes, señalándose mutuamente, gritaron al unísono:

–¡Arresten a ese impostor!

Los agentes se quedaron mirando fijamente a cada uno de los capitanes sin saber a quién detener. Hasta que Roy, en un arranque de convicción, intervino con voz ronca.

-Agentes, arresten a los dos capitanes en celdas separadas, hasta que se aclare este asunto.

-¡Usted no tiene la autoridad suficiente como para...! –comenzó a decir entre dientes el capitán sin galones, mientras apretaba la mandíbula con peligrosa presión.

-Señor... las celdas, como no se han usado en mucho tiempo... pues... –dijo uno de los agentes mirándose la puntera de las botas.

-Las goteras, las malditas goteras... –dijo Hans pensando en su querido suboficial de mantenimiento Stanislaw Wachonski y en docenas de maneras diferentes de lanzarlo al espacio. Sin traje espacial, claro.

-Bien, llegados a este punto debemos solucionar el asunto de la fisura espacial y que uno de los dos vuelva por donde vino –dijo el otro Hans con seguridad, calma y el tono justo de voz. Algo impropio del Hans de este universo, conocido por la tripulación por sus imperiosos cambios de humor.

-Como que uno de los dos... yo soy de este universo... de este continuo espacio-tiempo, maldita sea... –comenzó a decir el capitán sin galones, cuando fue interrumpido por el otro Hans.

-Quizás podríamos intentar usar la vela solar y alejarnos de los efectos de la brecha -dijo el sesudo capitán con aire de suficiencia.

-La vela solar... la vela solar... lleva guardada... ejem... tres meses en la bahía de carga... ejem... -intervino Skooc, mirando a todas partes y a ninguna en concreto.

-Una pregunta, capitán del otro lado, ¿su tripulación es igual que la mía? ¿O es mucho peor? –preguntó Hans negando con la cabeza, no dando crédito a lo que allí estaba sucediendo.

-Eficientes, leales, profesionales... Eso es lo que son, ahora mismo deben estar planeando cómo devolverme a mi universo, si es que es eso lo que ha sucedido.

-Entiendo –respondió lentamente Hans, mascando cada sílaba mientras una ligera sonrisa se le dibujaba lentamente en la cara.  

-¿Capitán? Espero que no esté pensando lo que está pensando, con el debido respeto... ejem... claro –intervino el primer oficial cogiendo aire entre las palabras debido al encorsetamiento que le producía la talla de pantalón que llevaba.

-Alonso, si supiera lo que se me pasa por la cabeza cada hora de cada día con la tripulación... –respondió Hans mirando fijamente a los ojos a John. Quien apartó la mirada sin saber qué responder.

-Bueno, se acabó la cháchara, vamos a ponernos a trabajar... la vela solar no funciona... ¿no es así? –dijo dando una palmada en el hombro al otro capitán.

-Sí, señor... –respondió Skooc en un susurro, mirando a cada uno de los capitanes, sin saber qué hacer. Mientras tragaba saliva esperando no tener que responder por qué estaba guardada la vela.

-Bien, no hay energía para casi nada, soporte para dos días y la de emergencia almacenada en las baterías iónicas de la zona de motores... –siguió el capitán con galones dando un puñetazo en la palma de la mano izquierda. 

-Eso es... –dijo el Hans de este universo, un poco aburrido de los resúmenes de su copia.

-Ya, señor, sí, pero ahora mismo hay reunión del sindicato con los técnicos de motores y... –carraspeó el primer oficial maldiciendo haber dicho exactamente eso en ese preciso instante.

-Un momento, si vamos a trabajar con dos capitanes en una nave, mejor nos ponemos de acuerdo nosotros antes... ¿se viene a mi despacho, capitán Hans de otro universo?

-Bien... Alonso, el puente es suyo mientras nos reunimos... –dijo con voz marcial el calco de capitán mientras se dirigía al despacho con paso firme.

-A la orden, señor.

Y ahora que caigo... ¿por qué están vestidos de esa manera? –dijo el jefe de seguridad, como si ahora hubiera tenido una revelación divina.

-Por nada en especial... ¿por qué lo pregunta, señor Jessop? –dijo “Mec” mientras colocaba la mano estratégicamente en la cara intentado cubrir la mayor parte de los garabatos que ahora decoraban su rostro.

-Traman algo, lo huelo... –Roy no quería soltar el hueso, había hecho presa en algo jugoso y se resistía a no tener razón.

-Qué perspicaz –dijo la menuda japonesa, mientras se miraba la uñas, hoy pintadas de un color marrón sucio que le daban un aspecto mugriento.

-¡No querían confundirse con la tripulación del otro universo! –exclamó por fin el jefe de seguridad abriendo las manos con incredulidad.

-Qué va... para nada... –volvió a responder Naoko, atusándose el pelo teñido de morado, jugando a parecer que no mentía mientras dejaba caer el hielo glacial de la ironía sobre la sala.

-Parece que sólo ha aparecido del otro lado el capitán Hans... –dijo John intentando liberar algo de presión de los ajustadísimos pantalones.

-Eso parece, de momento... –contestó “Mec” con falso dramatismo en tono enigmático y misterioso. 

-Puede que en el otro universo no tenga tanta mala suerte... –Reflexionaba el jefe de seguridad en voz alta, mirando a la fisura en el espacio.

-Gafe, Roy, eres gafe, lo tuyo no es mala suerte... –dijo Naoko negando con la cabeza, como si hiciera falta constatar lo que a todas luces no parecía, o no quería, asimilar Roy.

-Quizás en ese universo paralelo los humanos me respeten como el gran robot que soy... –TAL3 se había quedado mirando la brecha en el espacio-tiempo analizándola con infrarrojos, ultravioletas y luz visible. 

-Un momento, cómo es que sólo hay una copia de Hans... ¿por qué no hay copias del resto de nosotros? 

-Te repites, Roy... –respondió Naoko, levantándose de su silla para sacudirse la pereza estirando los miembros sin orden ni concierto.

Todos miraron a “Mec” mientras ésta comprobaba en su espejocam el resultado final de su creativo maquillaje en azul intenso y los garabatos que ahora decoraban su cara redonda y de mofletes generosos.

-¿Es a mí? –preguntó María Elena como si no fuera con ella.

-No le vamos a preguntar a Wachonski, ¿verdad? –intervino cáustica la responsable de comunicaciones, confirmando la histórica rivalidad que mantenía la japonesa con la mexicana por motivos desconocidos. Unos decían que era por el éxito de “Mec” entre hombres y mujeres de la Zelestia, otros decían que por pura envidia corporal y los más osados decían que era por amor no correspondido.

-Creo –intervino el robot- que la hipersuperficie de Cauchy posee ciertas características matemáticas relacionadas con la estructura causal, que no casual, de la variedad que representa este espacio-tiempo en concreto, por tanto en un espacio-tiempo con una región globalmente hiperbólica sería posible predecir cualquier evento futuro si se conocen una serie de parámetros iniciales sobre una hipersuperficie tridimensional si y sólo si...

-Resumiendo, que si la fisura es inestable en algún momento se cerrará...

-No exacta... –TAL3 intentó corregir a “Mec”, sin éxito.

-¿Y si no es inestable? –sin prestar atención a la cháchara del robot, Skooc lanzó la pregunta al aire rascándose el mentón pensativo.

-Moriremos por falta oxígeno en no sé cuántas horas, minutos y segundos... –intervino Naoko, mascando chicle abriendo la boca de par en par y cerrándola con un ruidoso castañeo de dientes.

-¿Y qué pasará con el otro Hans? –preguntó el primer oficial mirando primero a “Mec” y luego al robot.

-No tengo datos para responder a eso. Por un lado, no debería morir al venir de otro plano existencial paralelo pero al estar aquí y, si llegamos a perder el soporte vital y siendo humano, pues...

-Agentes, arresten a todo el puente de mando –Roy sacó de su funda el látigo neural, seguro, con voz recia y autoritaria.

-Soy el primer oficial, señor Jessup, ¿qué nueva tontería se le ha ocurrido ahora? Además, usted no tiene autoridad para... –John se ajustó la parte superior del uniforme con aires de autoridad.

-Confabulación para motín a bordo. Orden 7, Párrafo 56. Agentes, cumplan sus órdenes. Látigos neurales en aturdir –dijo el oficial de seguridad, mientras manipulaba su látigo y casi se le escapa de las manos. El resto de los allí presentes dieron un paso atrás, temerosos de que fuera a suceder otro “evento Roy”, como llamaban a los golpes increíblemente improbables de mala suerte que perseguían al jefe de seguridad.

-Creo que el capitán, nuestro capitán, quiere largarse a la otra nave con una tripulación mejor y dejarnos aquí con ese superHans... –sin prestar atención al jefe de seguridad, “Mec” mostró sus cartas a la tripulación.

-¡Agentes, arresten a los amotinados...! –Insistía Roy sin mucho éxito.

-Señor, el primer oficial... –dijo con una voz insegura uno de sus agentes.

-¿Opciones? –preguntó Alonso ahora ya desabotonando el pantalón para poder respirar, cogiendo con una mano la cintura de éste para que no se le bajara.

-Tenemos que mover la nave como sea... alejarla de la fisura... –dijo “Mec” apretando un puño teatralmente y con un dramatismo más falso que su título de Doctora en Física por la Universidad de San Juan de Acapulco.

-¿Salir todos e impulsar la nave con los retros de los trajes? –preguntó Skooc, poco convencido de su propuesta.

-Tardaríamos semanas y la moveríamos centímetros –respondió Naoko, tecleando en la consola que tenía delante como si tocara un silencioso piano, al no tener ninguna función activa por la ausencia de energía.

-Bajen los látigos, por favor... –dijo John mirando con cierta indulgencia a los tres representantes de seguridad.

-¿Alguien se ha fijado en que el otro Hans tenía más canas en las sienes? –con una mueca de resignación, Roy ordenó guardar las armas e hizo lo propio con la suya, mientras preguntaba mirando de reojo al primer oficial.

-¿Qué? –preguntó Skooc, arrugando el entrecejo.

-Canas –repitió el jefe de seguridad, mirando al responsable de ingeniería.

-¿Y? –preguntó John agarrando el pantalón desabotonado.

-Quizás viene de un futuro alternativo –levantando las manos como si no fuera evidente la conclusión.

-¿Y? –preguntó ahora Naoko.

-Ah, claro, si viene de un futuro alternativo, quiere decir que en algún momento se ha superado este problema de modo satisfactorio y... –concluyó “Mec” como si hubiera entendido el final de un chiste.

-No me volváis loco con teorías absurdas... Si ya lo hubiera vivido nos lo habría contado y sabría cómo resolver esto... –remató el primer oficial agitando las manos exasperado haciendo que se le cayera el pantalón.

-O hace lo que tiene que hacer para solucionar esto, no decir nada... –dijo Naoko mirando oblicuamente a John mientras éste se subía los pantalones.

-No me extraña que nuestro capitán se quiera largar a la otra nave –añadió “Mec” mirando de reojo los calzoncillos del primer oficial.

-Yo lo estoy pensando muy seriamente... –dijo Roy rascándose la cabeza pensativo.

-Tú te quedas aquí, que eres nuestro gafe favorito, a los demás no nos pasará nada mientras tú atraigas todos los rayos... –respondió “Mec” señalando el suelo de la nave primero y luego el techo- Y perdón por el símil.

 

En ese momento la puerta de la sala de mando se abrió con un gruñido metálico mientras los dos capitanes empujaban un lateral para salir del despacho del capitán.

-Bien, hemos tomado varias decisiones. Primera, me he vuelto a poner los galones, ya que hay dos capitanes en la nave, mismo rango, mismo mando -dijo Hans tras haber recuperado su aire marcial tras la charla con el capitán de otro universo, incluso parecía hasta animado.

-Tengo que volver a mi universo atravesando la fisura, y no morir en el intento, claro –dijo el otro capitán, con aire aún más marcial.

-Segunda, cualquier orden dada por cualquiera de nosotros debe ser asumida como orden de la máxima autoridad y responsabilidad de la Zelestia–Hans continuaba enumerando los puntos del acuerdo con las manos a la espalda y con andares firmes.

-Hemos pensado que con un traje espacial y varios cartuchos de retros podría alcanzar la fisura en seis horas –dijo el otro Hans mirando al personal de la sala de mando.

-Tercera, mi sosias se encargará de los preparativos para intentar volver a su universo a través de la fisura, yo me encargaré del control desde la nave de que todo vaya bien. ¿Alguna pregunta?

-Skooc, ¿qué duración, a máxima potencia, puede tener cada cartucho?

-Eh... Pues... –la duda personificada volvía a mostrar todas sus cualidades: Inseguridad, temor y un temblor característico en la voz. 

-Ah, bien, ya veo que les has explicado nuestro plan, estupendo. A ver si esta panda de desarrapados mentales se pone a la altura de, nada menos, dos Hans Firstkerchief –dijo el capitán frunciendo el ceño y apretando los labios mientras miraba a su tripulación.

-Un par de horas, señor -tras una leve pausa, el ingeniero jefe, continuó con un hilo de voz–. Aproximadamente.

-¿Ves? ¿Ves a lo que me tengo que enfrentar cada día, cada hora, cada minuto al mando de esta nave? –dijo Hans mirando a su copia del otro universo dando un puñetazo en la primera consola que encontró.

 -Seguridad, pueden abandonar el puente, gracias –como si no hubiera oído nada, el otro capitán se dirigió a Roy y a su menguado equipo de dos miembros.

-A la orden, señor –de nuevo abrieron las puertas de la sala mando y un gruñido metálico resonó en la estancia.

-Me dirijo a la bahía de salida más cercana, que me preparen un traje y varios cartuchos de retro. Capitán, el puente es suyo.

-Gracias y suerte, capitán.

 

Todos se quedaron mirando a Hans, esperando que pasara algo, o casi mejor, que no pasara nada. Los circuitos de control de impertinencia del robot se pusieron en marcha, con escaso éxito.

-Señor, es muy peligroso atravesar esa fisura, supongo que ya lo sabrá... –dijo con voz sincopada, señalando con el brazo la imagen de la fisura espacio temporal.

-No veo por qué... si en lugar de entrar frontalmente, la atraviesa en un ángulo de cuarenta y cinco grados... –respondió Hans ajustándose la parte superior de su uniforme.

Naoko miraba a John enarcando una ceja. “Mec” miraba a Skooc esperando que dijera algo, éste le devolvía la mirada esperando que fuera ella la que comentara algo. John miraba al robot y, para variar, éste no se daba por aludido.

-Señor, con el debido respeto, ¿de dónde ha sacado eso de los cuarenta y cinco grados? –preguntó finalmente “Mec”.

-Es sólo una teoría que barajamos mi sosias y yo... –Hans parecía estar más interesado en la pantalla que mostraba la fisura espacial, mirándola con intensidad.

-Ah –respondió lacónicamente la oficial científica.

-Robot, ¿qué demonios haces aquí? Acompaña al otro capitán en su salida extravehicular, creía haberlo dejado claro –bramó Hans apretando los puños.

-¿Yo, señor? ¿Cuándo lo dejó claro? Y además, no veo qué utilidad... –obviamente la diplomacia social no era uno de sus fuertes, de hecho, parecía que usaba las impertinencias a propósito, cosa que no era posible.

-Asistencia al capitán en caso de necesidad –respondió Hans moviendo la mano indicando que se marchara.

-Pero esa hipersuperficie de Cauchy podría destruir mis circuitos, mi inteligencia artificial...

-Una gran pérdida, TAL3, una gran pérdida –contestó el capitán mascando las palabras.

-A la orden, señor –dijo el robot, mientras abría la puerta y salía de la sala.

 

El silencio se había instalado de nuevo en la sala de mando. Ahora John miraba a Naoko encogiéndose de hombros con disimulo. Skooc miraba a “Mec” y al suelo alternativamente. Naoko se rascaba la cabeza pensativa. “Mec” no sabía a dónde mirar y se arreglaba el uniforme. El capitán no apartaba la vista de la pantalla donde la intensa negrura de la fisura era particularmente opaca. Parecía un desgarro en un lienzo color carbón tragándose la luz como haría un agujero negro.  

 

-Capitán, aquí Hans, preparado en la esclusa E2... Permiso para salida extravehicular.

-Un momento, capitán, TAL3 le hará de escolta en caso de que haya problemas.

-Recibido. Ese montón de chatarra parlante tardará en llegar, seguro que se detiene a hacer alguna medición o alguna de sus tonterías.

La sala de mando seguía en silencio. John a espaldas del capitán abrió los ojos sorprendido y comenzó a señalar nerviosamente sus sienes y luego al capitán. Skooc, se encogió de hombros y le dio un golpecito en el brazo a “Mec” para que mirara al primer oficial. Éste seguía gesticulando a toda prisa, como si quisiera enviar un mensaje por señas. Las sienes. El capitán. Las sienes...

-Capitán, abro la esclusa y salimos fuera. 

-Recibido. Buena suerte -respondió Hans con una media sonrisa en la cara.

“Mec” entrecerró los ojos prestando atención a las patillas del capitán y se encogió de hombros indicando que no sabía qué quería decir. En ese instante el capitán se giró y vio cómo el primer oficial gesticulaba como un mimo con problemas motrices; “Mec” se encogía de hombros haciendo aspavientos con las manos; Skooc miraba fijamente a Hans sin darse cuenta de que éste se hubiera girado; y Naoko, bueno, la japonesa se arreglaba el pelo ausente a todo.

-Sí, John, sí, soy el “otro” capitán. Muy perspicaz. Era cuestión de tiempo que alguien se diera cuenta.

-P-pero... no entiendo... si dice que su tripulación es mejor que nosotros... –“Mec”, desconcertada, se dejó caer en el asiento del primer oficial.

-Ya, pues no es cierto, mi tripulación es infinitamente peor que vosotros, os lo garantizo –afirmó Hans apretando los puños triunfante.

-Pero... el capitán, nuestro capitán... ¿lo sabe? –preguntó Skooc con su típico tono de duda constante.

-Ahí está la gracia, que él cree que os cambia por una tripulación mucho mejor. No me ha costado mucho convencerlo, claro.

-Rápido, avisen al capitán que... –dijo el primer oficial mientras se subía el pantalón con una mano buscando una dignidad difícil de encontrar.

-No hay comunicaciones con el exterior, ¿ya no se acuerdan? –dijo con una sonrisa complaciente Hans.

-¿Ni con TAL3? –preguntó “Mec” dirigiéndose a Naoko.

-No, me temo que este capitán se las sabe todas, no hay comunicación posible –la japonesa contestó sin mirar a nadie mirando su consola.

-Entonces... –comenzó a decir Skooc.

-Estamos perdidos –remató John sentándose en el primer asiento libre que había en el puente de mando.

-Mírenlo por el lado positivo, son una tripulación mejor que la que conozco, así que seré mucho más calmado y tranquilo que “su Hans”... 

-En eso tiene razón –dijo Skooc sopesando pros y contras.

-Sí, claro, visto así... –Naoko miraba ahora al capitán como si estuviera escudriñando su mente.

-Tenemos que hacer algo... es nuestro capitán... usted es de otro universo... –John se negaba a aceptar la situación en la que se encontraban.

-Dentro de breves instantes, no –Hans dejó escapar una leve risa triunfal.

Todos miraron la pantalla viendo cómo el capitán y el robot se alejaban de la nave en dirección a la fisura del espacio-tiempo. Y de pronto, la fisura comenzó a cerrarse lentamente.

-Señor, creo que a partir de aquí ya debería volver y... –dijo el robot con ese tono de miedo más agudo de lo normal.

-Aún no hemos llegado a la zona de radiación peligrosa para ti, zoquete...

-¿Cómo lo sabe? ¿Cuándo le han instalado sensores?

-Porque hasta que no te oiga balbucear no habremos entrado en la zona de radiación ionizante... –respondió Hans mientras ponía en marcha otro cartucho de retro para reemplazar el gastado.

-Ah, claro.

-Por fin una tripulación decente... ¡Por fin! –dijo Hans triunfal, alegre, feliz.

-¿Tanto echa de menos su universo, señor? –preguntó TAL3 ajustando la autopropulsión a la velocidad del capitán.

-Soy yo, tarugo, soy Hans Firstkerchief, del universo que tú conoces...

-Un momento, capitán... ¿Quiere decir que...? ¿Me está diciendo que...?

-Exacto. Os quedáis con mi copia y a ver si os mete en cintura de una vez por todas. Por fin una tripulación normal. Una “Mec” científica de verdad. Una Naoko experta en comunicaciones. Un primer oficial capaz y seguro. Un Skooc ingeniero hábil y resolutivo. Un Jefe de Seguridad que no sea el gafe de la galaxia... un...

-Señor he de recordarle que ha engañado a toda su tripulación. Es un delito contemplado en las ordenanzas... –dijo el robot con cierto deje de reproche en la voz.

-¿Sí, y cómo van demostrar que yo no soy yo?

-Pues... pues...

-Exacto.

Lentamente, Hans se acercaba a la fisura mientras ésta comenzaba a cerrarse. Según la conjetura de Smith y Fernández podría ser que el espacio-tiempo fuera discreto, o sea dividido en pequeñas partes, aunque las interpretaciones de su conjetura tenía muchos detractores y hubo mucha controversia debido a que si el espacio-tiempo estuviera dividido en partes más pequeñas, la velocidad de la luz podría no ser constante, variaría ligeramente dependiendo de la energía de cada “fragmento” espacio temporal. Uno de los problemas a los que se enfrentaba –y se enfrenta- esta conjetura es qué ocurre con la dimensión tiempo, ya que si se demostrara que el espacio-tiempo no es continuo, las consecuencias en la mecánica cuántica y en la teoría general de la Relatividad de Einstein serían absolutamente imprevisibles. Esta fisura podría servir para demostrar que el espacio-tiempo es continuo o discreto.

Hans y el robot veían una oscuridad tan oscura como la de un agujero negro pero sin las tremendas fuerzas gravitatorias en marcha.

-¿Qué genera una copia del universo conocido? ¿Por qué se ha generado una copia? ¿Qué fuerzas entran el juego? ¿Por qué se crean esos jirones en el espacio-tiempo? –dijo el robot, buscando en su mente algún algoritmo de respuesta y sabiendo que el capitán no tenía ni la más remota idea de las respuestas.

-Bueno, chatarra, ya te puedes alejar que voy a entrar en mi nuevo universo... –respondió Hans sin prestar la más mínima atención a las dudas científicas del robot.

-A la or... Un momento, señor, mis sensores captan un objeto a alta velocidad dirigido hacia nosotros.

-¿Un qué?

-Por la velocidad y su aceleración yo diría que...

Hans se giró un momento para poder mirar hacia atrás. Algo brillaba entre la nave y ellos, algo que se acercaba a toda velocidad.

-¿Qué demonios?

-Bueno, señor, me marcho que ya noto que las radiaciones están empezando a afectar a mi centro de lógica...

-Como si tuvieras de eso... –dijo Hans intentando obtener una imagen clara del objeto que se acercaba a toda velocidad.

De pronto una voz se escuchó por los comunicadores, una voz terriblemente familiar para Hans.

-¡Date prisa, entra de una maldita vez! –dijo el otro Hans.

-¿Cómo? Hans, ¿qué haces en el espacio...?

-¡Tu maldita tripulación me ha metido en un tubo lanzatorpedos...!

-Pero si no había energía para...

-Han usado la de reserva del oxígeno, los muy gilipollas –dijo por el comunicador el otro Hans.

-Pero por qué...

-¡Acelera y entra ya, demonios!

-No puedo ir más rápido.

-Pues yo sí...

Como una exhalación el otro Hans pasó al lado del robot y el capitán, embutido en un traje espacial y con la cara roja de puro cabreo. Lanzado hacia la fisura y entrando en ella justo segundos antes de que se cerrara. Sus últimas palabras antes de perderse en ese otro universo fueron unos sonoros y malsonantes juramentos e insultos.

-¿Pero qué leches acaba de pasar? –preguntó Hans deteniendo su trayectoria.

-El Hans del otro universo ha vuelto a su espacio-tiempo y la fisura se ha cerrado, señor.

-Eso lo sé, idiota, lo acabo de ver con mis propios ojos...

-Capitán, ¿se encuentra bien?

-¿Skooc?

-Ya se han restablecido las comunicaciones, la energía y todos los circuitos están operativos, capitán –dijo Naoko, alegre.

-¡Me cago en la galaxia del Pavo! ¡Se ha cerrado! ¡La fisura, mi futuro... todo por la borda! ¡No! ¡No!

-Señor, cuando vuelva se lo explicamos todo. Robot, acompaña de vuelta al capitán.

 

En el camino a la nave, Hans iba pasando de la rabia más salvaje, a la frustración ante la oportunidad perdida, pasando por las ansias asesinas en una cadena de emociones sin solución de continuidad. Una vez que Hans llegó a la nave, se calmó lo mejor que pudo y escuchó la explicación que le estaba dando su tripulación.

-Así que, si lo he entendido bien, el otro capitán me engañó para que me quedara con su tripulación que, según decís, es aún más penosa que vosotros, ¿no es así?

-Sí. Pero mucho peor que nosotros, dónde va a parar –dijo “Mec” haciendo aspavientos con los brazos.

-O sea que lanzasteis a mi sosias por el tubo a toda velocidad hacia la fisura.

-Eso es... un alarde de ingenio de Skooc –dijo, orgulloso, el primer oficial.

-Así que vosotros sois lo mejor que hay en todo este universo como tripulación de la Zelestia.

-Eso parece, capitán –respondió Naoko frotándose las manos.

-Todo vuelve a la normalidad, seguiré esperando mi jubilación como siempre, seguiré lidiando con vosotros intentando no perder los nervios y todo será como siempre.

-Capitán –dijo el primer oficial-, ya que está usted de vuelta y tan de buen humor quisiera comentarle las quejas del horario de turnos de comida y las peticiones del sindicato sobre el color de los monos de trabajo del personal de mantenimiento...

-De buen humor. Sí. Estoy de un humor excelente. John, continúe la ruta que teníamos marcada antes de la fisura.

-Sí, señor, a la orden, señor, un placer, señor.

-Por cierto, capitán, ahora que me fijo... usted también tiene las patillas canosas –dijo “Mec” arrugando el entrecejo.

-¿Y ahora os fijáis? Hace años que me salen canas de las alegrías que recibo comandando esta nave –dijo el capitán chasqueando la lengua.

-Entonces... –comenzó a decir Skooc.

-Me marcho a mi camarote a descansar, John, el puente es suyo.

-A la orden.

 

FIN