¡Igni Ferroque!

Nicolás Montes sabía que tenía que entregar el informe de contabilidad del último semestre, también era consciente del desastre de la última lanzadera que había quedado a la deriva más allá de la Luna. El rescate había disparado la contabilidad del departamento de seguros para el que trabajaba, así que ese día no estaba de buen humor. Cansado, cerró la aplicación holográfica de administración moviendo los dedos como si fueran un molinete. Se levantó y comenzó a desvestirse camino de la ducha de vapor que todas las empresas tenían. La Ironhammer Ltd., donde trabajaba Nicolás, tenía además cubículos de sueño de última generación, una gran sala de desconexión neural, y lo que popularmente se conocía como el “cubo”; la enorme sala de realgame que poseía la compañía era lo que más le gustaba.

 En la ducha, envuelto en microgotas de agua templada, en una nube de vapor que limpiaba cada poro, que lo abrigaba cálidamente en una fina bruma de agua, comenzó a relajarse pensando en su personaje: Elionor Atmiko. La última batalla contra el semidiós Ayperos había sido tan infructuosa como dura, sus compañeros de armas Potheros Wibling y Alena Miranda habían unido fuerzas en una de las cuevas laterales para cerrar el suministro de almas que abastecía al semidiós, durante horas habían defendido esa entrada con valor y destreza, hasta que el número de diablillos de plasma se había multiplicado por cuatro y tuvieron que retroceder para poder resucitar a Potheros, cosa que hizo hábilmente la cronomante Alena. Su ducha había terminado y el secador corporal con fragancia de cedro lo había dejado como nuevo, sacó de un armario el mono rojo con cierres magnéticos que se usaba en el “cubo” y se dirigió hacia allí con fuerzas renovadas.

La sala de realgame era un cubo perfecto de treinta metros de lado, con microsensores máser repartidos en un patrón que a él le parecía aleatorio, el generador iónico que producía los 250kw necesarios para poner en marcha el ingenio zumbaba imperceptiblemente. Tras cerrar la puerta de la sala, el mono que llevaba puesto se conectó a la interfaz neuronal que tenía implantada detrás de la oreja derecha. Al instante, los sensores de seguridad comprobaron el iris, la inducción del cuerpo de Nicolás y la biometría básica. Se situó en el centro de la sala y con voz clara dijo: “Confirmación de seguridad LH.954.VL. Orden voz mía, Profesor Kayington”. Al instante, la sala entera cambió a la presentación del realgame “Swashbuckler 2 RG”, un escenario de rocas oscuras con ríos de lava en las famosas Islas Flotantes de Morr.

-Orden voz mía, Elionor Atmiko –el escenario cambió a la sala de su clan en el Castillo de Gronnar.

El patio de armas se le mostraba en todo su esplendor, los pendones con el dragón dorado sobre campo de gules ondeaban movidos por la leve brisa marina de la Costa de Fashdor, una leve llovizna salpicaba las paredes y el suelo de piedra negra del patio; la armadura le pesaba en el cuerpo, la sala construía todo de un modo físico y real combinando haces de energía en objetos sólidos con una tecnología que a él le parecía mágica; la cota de mallas, áspera y fría, le caía pesadamente sobre los hombros debajo de la armadura de acero galaar forjada por su amigo Leonor Prizi, el mejor armero del clan, quien además había mejorado -con bismuto charriano- quijotes, rodilleras, grebas y escarpes. La armadura ya no brillaba como el primer día, los golpes, caídas, quemaduras, y demás penalidades que había soportado le habían pasado factura y ahora tenía partes abolladas, erosionadas, dobladas y reparadas a martillazos. En el camino a su estancia privada, dentro del castillo, saludó efusivamente a la nigromante Alissia Takiana. Gracias al traductor universal del juego la comunicación era fluida e instantánea en todos los idiomas del planeta.

-¿Váis a intentar hoy la cueva suroeste, Elionor? –preguntó la esbelta joven de corto pelo negro y tatuajes rojo sangre en cara y antebrazos, su armadura ligera tenía un abigarrado trenzado de huesos y tendones, terminados en una corta cota de mallas a modo de faldón protector, donde el verde obsidiana y el negro mate se mezclaban con sutil y oscura belleza.

-Sí, ¿vosotros iréis al flanco norte? –respondió Elionor mientras se ajustaba la correa del codal derecho.

-Ajá, esta vez se nos unen los aliados del clan Poscramon, vendrán todos... –contestó la nigromante encaminándose hacia sus aposentos personales en el castillo.

Elionor abrió el portón de su estancia y se acercó a la panoplia de armas, esta vez había pensado usar la espada larga de Victo, la puso sobre la mesa de trabajo y de una arqueta sacó un botecito rotulado como Almizcle de Dormur, con cuidado bañó la punta de la espada a sabiendas de que haría más daño a los peligrosos diablillos de plasma, y que para el resto de cadáveres andantes que pululaban por la cueva el efecto sería el contrario, sabía que si querían bloquear el avance en esa cueva había que tomar una decisión. Añadió a su pequeño zurrón varios ungüentos curativos pensando que ahora le llegaba el turno al escudo, sopesó su Kinslayer, evidentemente pesaba más que el que había usado la vez anterior y eso le quitaría movilidad, pero debía protegerse del fuego mágico que lanzaban los pequeños engendros voladores.

Se dirigió a la sala donde se encontraba el portal galaar, allí ya estaban varios compañeros de armas, ajustándose unos a otros correajes, yelmos y botas, podía ver a Izzy Junior, el neomante; dos nuevos guerreros que habían demostrado su valor en el combate; Lahsa Matador, el elementalista; Nina Porthbow, la esbelta arquera y Red Realms, experto animalmaestro con el que había compartido cientos de aventuras en el Bosque de Cristal.

El oficial al mando de esta incursión, Martin Bayer, dio las últimas indicaciones tácticas, recomendó un par de conjuros a Lahsa, regaló un elixir de aumento de la energía a Izzy y con el saludo del clan: “¡Igni Ferroque!”, atravesaron el portal galaar.

El Bosque de Miedoverde, desde el que se accedía a la cueva suroeste, era un caos: gritos, árboles ardiendo, carreras y gente herida asistida por otros compañeros de armas. El líder de la avanzadilla, Lord Strain, tenía el escudo partido en dos, el yelmo destrozado y un brazo herido, aún así seguía dando órdenes de retirada y de ayudar a los caídos, los gritos se mezclaban en confusa algarabía “¡¿Dónde se han metido los del clan Antorcha Oscura?!”, “¡Ayuda, aquí!”, “Nigro, levanta allí cadáveres”, “¡Maldita sea, dónde está Lady Regina, ¿alguien la ha visto?!”, “¿Y los refuerzos... dónde están los jodidos refuerzos?”, “¡No puedo andar, ayuda!”. Nicolás, cogió del brazo a un arquero que cojeaba herido, sin carcaj ni arco y con la coraza de cuero quemada en algunas zonas.

-¿Qué ha pasado, arquero? –preguntó Elionor, mientras le ayudaba apoyándolo sobre una roca para que descansara.

-Los diablillos de plasma... salieron de la cueva y... quemaron el bosque –respondió el arquero cogiendo aire mientras se palpaba la herida de la pierna.

-Pero si teníamos aquí apostados a tres clanes completos... Toma, bebe –dijo Nicolás mientras diluía su ungüento en agua para dárselo a beber.

-Los diablillos... vinieron con Lord Mortenecra, era cientos de diablillos y el... maldito demonio usaba escudo de alma... en todos ellos, era imposible contenerlos, mucho menos vencerlos.

La voz de Martin Bayer se sobrepuso al caos ordenando a la gente a reagruparse para el cambio de estrategia. Las instrucciones habían sido claras, para asistir a los heridos habían llegado dos clanes alemanes, apagando el fuego estaba el clan Kill Ten Rats y el argentino Espada de Justicia, varios guerreros galegoos armados con hachas talaban los árboles en llamas para contener el fuego y que no se extendiera, había que formar una línea defensiva mientras las labores de extinción y asistencia a los heridos se llevaba a cabo. Los miembros se habían distribuido en una variante de la formación macedonia, donde la primera línea estaba formada por guerreros, guardianes y neomantes con armadura pesada, piqueros de daño sagrado en segunda línea, y en formación de media luna arqueros, paladines y cronomantes, los aleros estaban cubiertos por ilusionistas y nigromantes.

De pronto, un rayo partió el cielo en dos a la altura del pico Kex, al norte, el trueno tardó pocos segundos en llegar y un fuerte aguacero comenzó a caer, el agua dificultaba la visión; Elionor se levantó la visera y se bajó la babera, para poder ver mejor, el barro sería un problema para las armaduras pesadas así que Martin estaba cambiando las posiciones cuando al fondo del bosque el grito chirriante de diablillos de plasma hizo que todos se girarán hacia donde se había oído el espeluznante tronar agudo de miríadas de diablillos.

Elionor apretó el escudo contra su cuerpo, puso la espada en posición tercera y apretó la empuñadura con tanta fuerza que nada se la arrancaría de las manos, ya veía acercarse volando al gran grupo de enemigos, aleteando sus negras alas mientras lenguas de plasma dorado se agitaban en sus pechos y brazos. Con un graznido salvaje, aceleraron hacia ellos.

La batalla iba a comenzar y ahora Elionor sólo podía oír el potente grito de guerra de la alianza: ¡Igni Ferroque!

  

FIN