Un precio sanador.

—Beba siete sorbitos sin respirar, y verá cómo se le pasa — sonrió la joven, mientras copiaba los datos de la ficha técnica al programa. El hombre bebió sin respirar el vaso de agua y le acercó el carné de conducir.

—El carné me lo saqué en ¡hip! ...en 2002. — dijo, y la vendedora lo anotó también en el sistema.

—¿Y no ha tenido nunca seguro a su nombre? — el hombre sonrió con apuro y negó.

—Siempre estuve de autorizado en el coche de mi padre, en el de mi mujer... ¡hip! Pero como me salía muy caro, nunca me puse yo de titular. Por eso ahora quiero estarlo. Sé que me saldrá más caro, pero no ¡hip! importa. Lo prefiero.

—Entiendo. Es lo mejor. Es cierto que será un año caro, pero luego tendrá su bonificación, y vaya a la compañía que vaya, siempre le harán buen precio — la joven permaneció en silencio unos segundos, mientras el programa pensaba y finalmente volcó precio — Serán 1753 euros por el seguro a terceros. Se puede fraccionar. — añadió.

—Perfecto... ¡hip! Pues lo hacemos así. Te doy el número de cuenta.

—Eso sí; además del número de cuenta, nos piden el de tarjeta — el hombre puso cara de extrañeza, y la joven se explicó —. La tarjeta de crédito o débito. Nos exigen el pago por ese medio del primer recibo.

—Pero yo... no tengo ¡hip! tarjeta.

La cara del hombre era la desolación misma, y la joven puso expresión de entenderle muy bien.

—Nos sirve también la de una persona de su confianza — dijo ella suavemente —. Un familiar, su pareja... pero sin tarjeta, no podemos contratar. Nos lo exige la compañía, lo siento.

El hombre resopló, y se levantó para marcharse. La joven sonrió, y cuando le tendió la mano para despedirse, él fingió no verla. Ya cuando se marchó, un compañero de la joven la interrogó con la mirada, y esta sonrió.

—No piensa pagar la póliza — explicó la vendedora —. Sólo quiere el provisional para circular el tiempo que pueda, y luego buscará otra compañía a la que engañar. Si la paga por tarjeta, no podrá rechazar el pago, y por eso dice que no tiene.

—¿Pero cómo has...?

—¿... sabido que era un fraudulento? — sonrió, maliciosa — Cuando le solté un precio de 1.700 euros, y no se le cortó el hipo de golpe.