Un sueño egipcio

Tres años juntos, mascando polvo, tragando bilis con un jefe tiránico y un sol como un brasero de martirio. Tres años juntos, y al fin se acaba.

Cada cual a su casa, como sabían de antemano. Cada cual a su vida, o a su muerte, como simulaban ignorar. Amelia y Henry se abrazan con un sentimiento mezcla de dolor y de pasión. Más que una mezcla es casi una redundancia.

En la oscuridad

de los cementerios

con ansia se abrazan

dormidos los sueños

Afuera se está poniendo ya el sol, pero no tienen prisa. El sol no importa demasiado cuando es el pulso, el golpear de la sangre que se rebela lo que cuenta los segundos y los minutos, y los cuenta en vano, tan en vano como todo lo que debe agachar la cerviz ante el yugo de los números. Y son números los calendarios, las cuentas corrientes, los aniversarios de boda. Números son los que esperan fuera, pero aquí tienen vetado el paso. Aquí no existe el tiempo, ni los hombres existen, ni sus normas logran ejercer poder alguno.

Amelia y Henry se besan, sin pasión y sin prisa, como dos ancianos esposos antes de emprender un viaje a un hospital. 

En la oscuridad

de los camposantos,

con ansia se besan

marchitos los labios

La oscuridad reina afuera por completo. Dentro sólo queda una linterna sorda que pronto será ciega. En los últimos estertores de la luz, Henry la abraza y se lanza con ella a un alocado vals sin música sobre el suelo de piedra, entre los techos pintados, las inscripciones, los símbolos herméticos, los fragmentos copiados del Libro de los Muertos, los hombres con cabeza de animal y los animales con pasiones humanas. La linterna se apaga, y bailan a oscuras, en la mayor oscuridad del universo, en tinieblas concentradas de siglos, de olvidos, de secretos y profanaciones. Bailan bajo la protección de un faraón, bajo el ala extendida de un dios tan protector como otro cualquiera.

Un vals, un vals con orquesta de pasos, un vals de abandono y fracasos, un vals escapado del país del qué dirán.

 En espesas sombras

por entre las tumbas,

con ansia se besan

los muertos a oscuras.

En Tebas, en el valle de los Reyes, en la tumba de faraón Userhet.

Feindesland, 1999