Hace ya unas semanas vi un tuit que me hizo reflexionar: ante el boicot de los regres americanos a la Bud Light por meter homosexuales o algo así en sus anuncios, aparecía en un vídeo el boomer más boomer del mundo, con pinta de tener cinco rifles de usar a diario, bebiendo una Bud Light y diciendo con voz calmada, tumbado en el sofá y usando la pésima cámara de selfis del móvil, que todo eso le importaba una mierda: que a él le gustaba esa cerveza, que los otros no hacían daño a nadie y que iba a seguir comprando.
Un comentario al vídeo decía que, sin desmerecer el trabajo de los activistas por derechos sociales, un poder silencioso y considerablemente fuerte eran personas como ese "average Joe", que no se va a ir a una manifa pro-trans pero al que también le importa un carajo, en el buen sentido, tu raza, género u orientación sexual.
La indiferencia bien entendida es una poderosa arma contra la discriminación.
Un comentario al vídeo decía que, sin desmerecer el trabajo de los activistas por derechos sociales, un poder silencioso y considerablemente fuerte eran personas como ese "average Joe", que no se va a ir a una manifa pro-trans pero al que también le importa un carajo, en el buen sentido, tu raza, género u orientación sexual.
La indiferencia bien entendida es una poderosa arma contra la discriminación.