Mientras le pides a tu tío que te pase el jamón, casualmente él menciona que una vacuna contra el coronavirus inyectará en nuestros cuerpos microchips con el fin de rastrearnos. O tu cuñado, después de unas cervezas, dice que la covid-19 no pasa de ser una "pequeña gripe". La probabilidad de que te encuentres ante situaciones como éstas en los próximos días no es despreciable.
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O que todas las acusaciones contra Podemos, Pablo Iglesias, Echenique, Monedero... forman parte de una conspiración de las cloacas del Estado
O creas una teoría de la conspiración más rebuscada y si no te cree le llamas “alienado con el sistema” “vendido” o esas cosas
Lo tendrás pendiente del móvil buscando información chorra toda la noche y así te libras de él.
Eso fue lo que salvó a Dita, de Menéame. Esta pobre alma sufrida estaba hasta ahí de soportar al marido de su hermana con su turra derechista en todas las comidas. Para cuando llegó la nochebuena, ya estaba resignada a ir a la mesa con tapones para los oídos porque, claro está, al padre de sus sobrinas no se le podía llevar la contraria, fuera a ser que cogiera el berrinche y decidiera unilateralmente que los abuelos y la tía eran mala influencia para ellas. De modo que, como no se le podía contestar y darle la razón sólo servía para que se creyese en un mitin y se animase, intentó coartarle de otro, ya que no podía "coartarle" el pescuezo.
—Claro, la culpa de la crisis es nuestra — sentenció alegremente el citado hermano político apenas puso el mensaje del Demérito — a más de cuatro esto les va a venir bien para caerse del guindo y darse cuenta de que no eran ricos y aprendan a vivir con más sencillez y a no querer salirse de su sitio. Que aquí hay mucho obrero que pretendió salirse de su sitio. Y eso no. Vivimos por encima de nuestras posibilidades, pues ahora hay que pagar la fiesta.
—¿Y tu madre, qué tal está? — terció Santo Padre, el torti-paellero mayor del reino y sufrido - también - progenitor de Dita. El hermano político, puesto que le daban ocasión de hablar de vejeces, enfermedades, decrepitudes y muertes, que son unos de sus temas favoritos, se explayó en el estado de salud decadente de su madre mientras los demás atacábamos las croquetas y los canapés. Pasado un rato, quiso volver a la murga, hablando ahora de la independencia catalana y cómo el ejército debería responder con la fuerza si llegase la ocasión, porque ellos estaban ahí para defender la unidad de España.
—¿Vais a ver al final la nueva de Lobezno? — ahí intervino Dita, interpelando a su hermana con sumo interés — Yo la he visto y está genial, y el que hace de hermano suyo, es que lo borda. — Mi saque de esquina sirvió para hablar un rato de cine mientras ÉL peroraba acerca de cuánto daño estaba haciendo la Marvel al verdadero cine y que el cine de entretenimiento y evasión, pche, pues sí, estaba bien, pero no se podía esperar de él que siguiese atrayendo mucho tiempo más a las masas; un añito más le daba de vida, decía a la vez que los demás disfrutábamos de los volovanes rellenos. Y como es un "y vuelta al burra al trigo", quiso poner su opinión sobre la memoria histórica, diciendo que los muertos muertos estaban, y que era absurdo pretender reabrir heridas a estas alturas, que había cosas más importantes en qué ocuparse.
—Bueno, ¡ahora hay que portarse muy-muy bien, porque los Reyes están al caer y vigilan mucho en estos días! — aquella fue Sensata Madre, única haciendo postres y creadora oficial del Mimoso, el postre de la familia, y sufrida - ella más que nadie - madre de Dita. Con esa exclamación dirigida a las niñas (que entonces eran sólo dos), consiguió hacerlas casi saltar encima de la mesa de nerviosismo puro. La conversación derivó enseguida hacia las peticiones de las pequeñas, los días que faltaban hasta la noche mágica, la insinuación de que quizá los Reyes podían venir antes si se portaban muy bien... todo, mientras tomábamos el café y los dulces. Después de eso, pusimos "¡Muchas gracias, señor Scrooge!", y la conversación quedó anulada bajo la magia de la película. Y por fin, pudimos tener unas navidades en paz.
Desde entonces, cada vez que la conversación se acerca demasiado a terrenos escabrosos, hacemos eso: cambiar inmediata y radicalmente de tema. Y de momento, funciona.