Los primeros cuerpos que encuentro en la casa son cuerpos desconocidos; no sé si viven allí o es la primera vez que pisan esto. Hay muchos cuerpos adultos, y tres que aún son niñas. “Ha sido una decisión muy difícil, pero pensamos que es mejor que estemos todos juntos; incluso quizá les pueda servir la experiencia luego, si tienen que luchar por otros”, me cuenta la madre de una de ellas. Poco a poco, comienzo a distinguir quien es de la familia a la que quieren desahuciar y quien es vecino, activista o periodista. La convocatoria ha circulado.
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