Les pedían los teléfonos, las perseguían en las rondas, las llamaban “putitas” o “guarras”, les decían “a dónde vas tan solita” o “a tu compañera le metimos mano entre los palés”. “Fantaseaban con agredirnos sexualmente y nos lo decían”, explica una de las trabajadoras acosadas.
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No hay más que hablar, señoría.
Al día siguiente, orden de alejamiento del juez, tú fuera de tu casa en la puta calle, luego un par de añitos de presión psicológica a tope debido al juicio y apañate para demostrar que no es cierto lo que dice tu señora o acabas condenado en el juicio.
Esa es la LIVG a día de hoy.
Dirás lo que quieras pero tu señora podría joderte la vida para siempre si le apetece en lo que tarda en marcar 091. Y esa es la realidad. Estoy totalmente a favor de apoyar a las mujeres maltratadas pero la actual LIVG permite que las mujeres dispongan de las vidas de sus parejas a su antojo en el momento en el que lo deseen. Con personas normales no pasa nada porque tienen humanidad y decencia, pero con locas del coño, es una auténtica locura. No se puede permitir que la simple versión de una señora, sin contrastar, sin corroborar y sin ningún tipo de prueba, te meta en el calabozo un día entero y te castigue a meses de litigio judicial con el más que probable desenlace de acabar en la puta calle, condenado y jodido de por vida. Y eso está pasando.
Vete a ligar por internet payaso que solamente puedes engañar a las tias así.