Los expertos estiman que, cuando alcancen la suficiente escala, las baterías de sodio podrían costar la mitad que las LFP; además, en 2025 deberían igualar la capacidad que tenían estas últimas a principios de la década. Por lo tanto, resultarán ideales para automóviles eléctricos de bajo coste. Otro punto reseñable es que su rendimiento a baja temperatura es muy superior al de las baterías de litio.
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Si a esto se le añade una infraestructura de carga rápida extensa y fácilmente accesible e incluso mayores autonomías (a ser posible por eficiencia y factores aerodinámicos de los propios vehículos, (aunque una mayor autonomía tampoco es crucial, ya que un gasolina escasamente te llega a los 600kms, a precios mucho más caros que la electricidad consumida en un VE)), la introducción del vehículo eléctrico podrá ser totalmente aceptada por aquellos que "aún no lo ven claro".
Es más interesante su uso en hogares, por ejemplo, no solo por cargarlas con paneles, sino como respaldo o para consumir cuando la energía sea más barata.