El Che no solo es el guerrillero que dejó la piel en las selvas de la lucha, o el icono de los creyentes del Dios ideología, eficaz resultado de años de propaganda comunista. El Che es, sobre todo, para la mayoría, el póster emotivo de nuestra adolescencia. Crecimos con el póster de un Che mitológico, reinventado de sus propias miserias, glorificado en su vida y sacralizado en su muerte. Sin embargo esto no significa aceptar sus facetas que justifican la violencia revolucionaria, demonizan el pensamiento crítico y adoptan el totalitarismo.
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