Un grupo de mujeres pacifistas israelíes iniciaron en 1989 un movimiento internacional que reivindicó voz propia en el juego político. Esta red inspiró pronto a italianas, y unos años después, a las serbias de Belgrado. Estas últimas consiguieron que serbias, croatas, kosovares y macedonias avanzaran juntas contra el desastre Milosevic , en la vanguardia política, reclamando que nadie decidiera ni hablara por ellas, bajo una consigna desde entonces muy coreada: «Soy amiga de mi enemiga»
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