Érase un sector, el inmobiliario, que parecía invencible. Su cuenta de resultados engordaba día tras día, su valor se disparaba en los mercados y su ascenso hacia el infinito parecía irrefrenable. "El ladrillo no baja de precio, sólo se mantiene", era la máxima del sector. Hasta que la fase de burbuja en que se habían embarcado terminó. A toro pasado, el giro en el sector parece acercarse al significado de brusco frente al suave.
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