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La extrema fragilidad española

Parecía que la juventud de este país estaba dispuesta a pasar página y vivir unida por un proyecto común, ambicioso, próspero y justo. 40 años de modelica democracia parecían haber obrado el milagro.

Todo fue un espejismo.

De nada sirvieron los sacrificios políticos que desde todos los espectros políticos se hicieron hace ya casi medio siglo. Unos sacrificios hoy despreciados por una 'juventud' que no parece entender la magnitud y el valor de aquella proeza.

Demasiado jóvenes para entender qué es una guerra, ni siquiera una posguerra. Demasiado jóvenes quizás para saber que ciertas actitudes en este país es jugar con fuego en un pajar. Pero hay pirómanos en este mundo. Pablo Iglesias es uno de ellos, aunque no el único, sí el más descarado.

Vivimos inmersos en un deja-vu, los mismos errores del pasado empiezan inexplicablemente a repetirse.

Y lo más preocupante es la actitud de la población. Al fin y al cabo el poder de los pirómanos es poco gracias a la acción sofocante de voluntarios y bomberos. Pero en el caso de España, no hay bomberos ni hay voluntarios.

Y es que, ante los diferentes retos que se le van presentando, este país, o mejor dicho su gente, está demostrando no estar dispuesta a mover un solo dedo si no es para matar a otro español.

Por eso cuando pienso en los posibles carroñeros que merodean por el mundo, tiemblo cuando los imagino fijándose en este país. Aunque es cuestión de tiempo. Ahora mismo somos el punto débil de Europa. No hemos podido jugar peor nuestras cartas.