Decían los periódicos españoles de mediados del siglo XIX que el general Francisco Javier Castaños llegó al final de su larga vida abrumado por todas las condecoraciones que había recibido, incluso «agobiado», pero sin un gesto de altivez, superioridad u orgullo. Un día después de su muerte —acaecida el 24 de septiembre de 1852 a los 94 años— no hubo diario español que no dedicara la práctica totalidad de sus páginas a elogiar la figura de este héroe de la batalla de Bailén.
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"Sin duda alguna, uno de los condicionantes de la derrota francesa fue el tremendo calor que hubieron de soportar los combatientes. A los más de 40 grados del verano jienense se une el sofoco que producen los fuegos provocados por los disparos. Los soldados franceses se dispersan a la búsqueda de agua, desoyendo las órdenes de sus jefes. Por el contrario, los españoles estuvieron constantemente abastecidos por los vecinos de Bailén quienes, a riesgo de sus vidas, se acercan a la línea de combate para llevarles agua y suministros. Tal es el caso de la heroína local María Bellido, la cual, al ver desvanecerse al Mariscal Teodoro Reding, Jefe de la 1ª División española, corre en su ayuda y le ofrece un cantarillo de agua. Este es el origen del cántaro que aparece reflejado en el escudo municipal de la “muy noble y leal” villa de Bailén, a la que en documento de 1850 se le concede la consideración de ciudad