Nadie sabe a cuánto asciende el patrimonio del mayor terrateniente privado del Estado español, pero el oscurantismo y la dejación de la Administración están consiguiendo un imposible: que aumente a pesar de la pérdida de fieles. Lo que sí se está conociendo es que día a día, sigilosamente, los obispos están inscribiendo a su nombre edificios de todo tipo que hasta ahora eran de los municipios.
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