La vida intelectual es la catástrofe de la literatura. Los intelectuales piensan demasiado. Son agotadores. Se han convertido en gente muy inteligente. Y la inteligencia es catastrófica para la literatura. Hacen falta también tonterías. Hay que ser un poco tonto. Para mí, escribir dentro de la piel de los niños fue un poco un ejercicio de tontería. No podía utilizar mi inteligencia. Yo soy muy inteligente, pero no podía utilizar mi inteligencia en una novela.
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Gran verdad dijo quien afirmaba que cuando los autores se transforman en personajes no suelen dar la talla.