En un futuro cercano, el pediatra informará a los padres si su bebé es portador de una tara genética y cuáles serán las consecuencias para su salud; y les adelantará con un margen mínimo de error la propensión a padecer enfermedades comunes como la gripe, el reúma e incluso el cáncer. Los médicos también tendrán en sus manos la posibilidad de aplicar terapias personalizadas y ajustadas como un guante al perfil molecular del enfermo. El protagonista de esta revolución biomédica es el microarray o chip de ADN.
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