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Lolita hoy

Hace poco he vuelto a leer Lolita, de Vladimir Nabokov. Es una magnífica novela sobre la que se han basado también magníficas películas. Realmente, una obra maestra.

Sin embargo, hay algo en el libro que me causa una inmensa desazón: la imposibilidad absoluta de que hoy se publicase un libro así, con el escándalo que supuso, la repercusión que tuvo en su momento y la aceptación final que recibió, a pesar de los sectores más conservadores.

Hoy la transgresión es cambiar de colonia, pelear contra el penúltimo dictador y, sobre todo, mandar callar a alguien.

Hoy ningún editor se arriesgaría promocionar la historia de un adulto que se ve hechizado por una cría de doce años, sexualmente activa, y de cómo se sobrepone a sus remordimientos iniciales para seguir disfrutando de su relación con ella.

El mal que preferimos en nuestros días es de otro tipo: sangriento, de arrebato, justificado a veces atribuyendo al protagonista distintos grados de locura, psicopatía, o simple estupidez. Pero nadie se atreve ya con el mal cotidiano: con ese chico o esa chica que nos gustan y no deberían, con los deseos inconfesables en la propia casa, con lo que realmente habita en nuestra parte más oscura..

Para eso se inventó la corrección política, los delitos de apología, incitación al odio y no sé qué más: para que no hay más Lolitas ni más Nabokov, para poder linchar a gusto, para poder castigar, desde el anonimato y a cadena perpetua, a quien se sienta con el valor de transgredir la norma mayoritaria.

Nabokov publicó Lolita en 1955. Nos atrevemos a hablar de conservadurismo, de avances sociales, de un mundo más abierto, con más libertades y sin que nadie tenga que esconderse. Pero ya nadie puede escribir hoy este libro porque ya nadie lo defendería.

Nos hemos vuelto inquisidores.

Nos hemos vuelto victorianos.

Nos hemos vuelto gilipollas.

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Por si queda alguien que no sepa de qué hablo: es.wikipedia.org/wiki/Lolita_(novela)