Ir al cine cada vez es una opción menos apetecible para la mayoría de personas. Y aunque hay muchas razones, existe un motivo fundamental por el que esta idea ya se ha implantado en el colectivo: ya no ofrece algo exclusivo con respecto a contenido. Las fronteras estéticas y formales entre cine y lo que seguimos llamando televisión (aunque ya no lo sea) se han derribado. Los estrenos que podemos ver en casa, sin que pasen por las salas de cine, ya no son inherentemente menores desde un punto de vista técnico.
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En el cine se ha perdido todo, hasta las películas.
Las últimas veces que iba era entre semana y a la primera sesión, pero parece ser que se puso de moda en su momento y ya ni a esa iba.
Fue la última vez que fui al cine.