Nadie elige donde nace

En 2017, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) realizó un estudio sobre la inmigración africana hacia Europa. Algunos de los datos son escalofriantes:

Solo 2 de cada 5 inmigrantes del África subsahariana consiguen llegar a Marruecos, el resto perecen en su travesía por el desierto, por enfermedades, asesinados por las mafias o sencillamente acaban perdidos.

Desde que salen a sus hogares hasta que consiguen llegar a Europa la travesía dura una media de 2 años y medio.

La mortalidad en el intento para cruzar el estrecho oscila entre el 20 y el 45%.

El 88% de los inmigrantes ilegales que consiguen trabajar en España envían parte de su sueldo a las familias que dejan en África.

Otro estudio realizado por Médicos sin Fronteras en 2019 revela que 3 de cada 5 inmigrantes subsaharianos sufren de problemas mentales asociados al viaje o su inadaptación al país de "acogida". El más frecuente es la depresión asociada a traumas o a la continua precariedad vital.

Cabe recordar que en los años 40-60, más de la mitad de los españoles que emigraron a Suiza y Alemania lo hicieron en completa situación de ilegalidad (ver: www.eldiario.es/sociedad/inmigracion-franquismo-historia-xenofobia_128)

Frente a estos datos a mi me asalta una duda: todos esos que defienden el leitmotiv esencial del capitalismo neoliberal de que si te esfuerzas puedes alcanzar el éxito, ¿cómo justifican el que una persona, que nace en un entorno de miseria en un país sin recursos, no intente buscarse la vida en otro país con más recursos que el suyo? ¿Los mantras son válidos en función a raza u origen? ¿Qué haría Juan Rallo o Lacalle si en vez de haber nacido en el seno de una familia de clase pudiente hubiesen nacido en Lagos (Nigeria) o en una aldea de Chad? ¿Serían tan cobardes de quedarse en la choza esperando a morir de una enfermedad común o de hambre? De verdad, me encantaría saber cuál sería la respuesta de estos afamados defensores de la cultura del esfuerzo a estas preguntas porque sacarte un master o varios, trabajar sin descanso hasta que te asciendan o irte a Inglaterra a limpiar culos o servir hamburguesas para aprender un idioma es duro, pero no se me ocurre mayor "cultura del esfuerzo" que jugarte literalmente la vida en la búsqueda de un futuro levemente mejor.

Y es importante detenerse en esta cuestión, porque es la llana y sencilla demostración de que el liberalismo tiene un cariz clasista, racista, cuyo objetivo esencial es la implantación y perpetuación del neoesclavismo.

Cuando las consecuencias de la escasísima natalidad que sufre este país comiencen a notarse, dentro de 15-20 años, abriremos las puertas a nuevos esclavos, que nos sirvan las copas, que recojan nuestras frutas, que frieguen nuestros hoteles por pura matemática. Y entonces seguiremos diciendo, como lo decimos hoy, que "eso es el mercado, amigo".

En la presentación que Kapucinski hizo de Ébano, un retrato sobre la África colonial, en París, su primera frase fue la siguiente: "Antes de la llegada del hombre blanco a África, el continente negro tenía 4 focos de conflicto en los que diferentes tribus combatían con lanzas y flechas. 40 años después habían 45 guerras declaradas con tanques, balas y aviones". Según la ONU, entre los años 40 y 60 la esperanza de vida aumentó en 8 años en Europa y Norteamérica, mientras en África se reducía 6 años. En el plano comercial, África sigue sin contar a nivel mundial: menos del 3% de las importaciones y exportaciones internacionales tienen origen o destino en este continente, y solo el 10% del comercio africano tiene lugar entre países de la región (valga como contraste: en la UE el 70% del comercio es interior, en Asia el 50%, en Latinoamérica el 25%). África sigue siendo el granero de las grandes multinacionales, mientras la mitad de la población del continente vive con menos de un euro al día (ver: elpais.com/elpais/2014/05/23/alterconsumismo/1400829130_140082.html).

Nosotros no somos culpables de las barbaridades que cometieron las generaciones anteriores, pero, al menos, les debemos algo tan sencillo como la empatía.

A todo este horror hay que sumar la actitud de la izquierda tradicional. Creo que la inmigración hacia Europa no es más que la trasposición de la precariedad. Mano de obra barata, legal o ilegal, pero al fin y al cabo, precaria. La única solución frente a la inmigración es que esta no se produzca. Invertir en África sin otra pretensión más que combatir la pobreza. Dar el derecho a cualquier persona de ganarse la dignidad por sí misma, sin tener que dejarlo todo atrás. Grabarse en fuego aquello que dijo Montaner: "Nadie elige donde nace". O como dijo Upton Sinclair, "entender que, por encima de un país, pertenecemos a una especie".