La Revolución de Octubre exigía una nueva forma de vivienda que fuera adecuada para el modo de vida socialista. La colectivización del trabajo doméstico y de parte de la vida privada de las familias se creyó que podía servir de motor del cambio que permitiera convertir burgueses en buenos socialistas y a su vez liberar a la mujer de la “esclavitud” del hogar. El elegante edificio Narkomfin fue el intento más serio de este intento un tanto utópico.
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