Los niños que practican el juego libre parecen autoadministrarse unas dosis moderadas de miedo, como si estuviesen aprendiendo deliberadamente a afrontar los desafíos físicos y emocionales de las condiciones moderamente peligrosas que generan. (...) Si se induce demasiado poco miedo, la actividad es aburrida; si se induce demasiado, ya no es juego, sino terror. Nadie, salvo el niño o la niña, sabe cuál es la dosis correcta.
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No, en serio. Me has entendido mal. El compañero en la otra réplica se jugaba un brazo a que yo no tenía hijos. Yo me lo jugaba a que hay más secuestros de niños por parte de sus madres que por pederastas o personas de fuera del ámbito del chiquillo. Dicho sin mirar la estadística pero creo que tengo bastantes posibilidades de mantener todos mis miembros.