Una perra, Paca, pasó cinco días prisionera en una de estas trampas, período tras el cual regresó a casa agonizando, con los hierros clavados en el cuello y medio muerta de hambre. Ella se salvó, pero hay quien atribuye a la existencia de estas trampas prohibidas las desapariciones de animales que se han producido recientemente en la zona.
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