Cuando un amigo va a intervenir en un ciclo de conferencias donde le preceden y suceden sendos premios Nobel, uno -si es bien nacido- ha de mostrarse satisfecho. Y mucho más si ese amigo es Carlos Sánchez Almeida, porque sus palabras en ese foro pondrán letra a la música que nuestros lectores escuchan a diario en Kriptópolis.
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