Las actas prueban dos cosas. La primera: que el Gobierno tuvo contactos con ETA antes de que se declarase la tregua y también que hubo reuniones después del atentado de la T4. De ser así, cumplió con su obligación: intentar acabar con la última banda terrorista separatista que queda viva en Europa (y para eso siempre ha hecho falta la política). La segunda: que si de algo pecó el Gobierno socialista durante esa negociación, no fue de blando sino de duro. Zapatero apenas se movió: ni derogó la ley de partidos para legalizar a Batasuna...
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