Reflexiones sobre el camino recto inspiradas por los alaridos de un clan gitano

El año pasado escribí un artículo www.meneame.net/story/soportaria-alcalde-murcia-esto-bajo-ventana sobre el griterío salvaje que todas las noches del verano (de lunes a domingo) se forma en mi plaza debido a un grupo de mujeres gitanas que, acompañadas de sus vástagos, ocupan los bancos y se dedican a cantar flamenco hasta las 3 o las 4 de la mañana según el día. Mientras ellas cantan, los críos chillan como locos y llenan bolsas de agua en la fuente, que se lanzan unos a otros.

La otra noche, una mujer ecuatoriana salió a su balcón para quejarse del escándalo, lo cual provocó que una de las gitanas le dijese a gritos "Hija de putaaa!!! Baja aquí a decírmelo!!!" mientras los churumbeles se partían de risa oyendo a la madre. A pocos metros, varias chicas ejercían la prostitución en el lado de la plaza que da a la carretera, mientras en otro banco se trapicheaba claramente con drogas (dos chicos que parecían árabes estaban sentados y, en una hora más o menos, fueron y vinieron al banco unas diez personas que interactuaban brevemente con ellos y se iban). Obviamente, las gitanas consideraban que ese era el ambiente idóneo para que sus hijos jugaran. En cuanto a la policía local, se lava las manos y te dicen que ellos no pueden hacer nada si la gente se divierte en la calle (se les olvida decir "en un barrio dejado de la mano de Dios", pues es obvio que jamás permitirían que esto sucediera en la zona rica de Murcia).

Mirando esa escena, me vino a la cabeza la historia de una amiga mía que se casó con un chico que ama desmedidamente la fiesta. Tuvieron un hijo, y los conflictos entre ellos comenzaron por cuanto el marido se pasaba todo su tiempo libre de juerga y dejaba a la esposa con el crío. El tiempo evidenció que la situación no iba a cambiar, y precisamente por ello decidieron tomar una medida drástica para solventarla: tener otro hijo.

Se supone que todos debemos casarnos y tener hijos. Precisamente por ello, el cortoplacismo que contamina nuestras vidas es especialmente intenso cuando decidimos contraer matrimonio o tener un crío. La mayoría de la gente no piensa en las premisas que deben darse para que un matrimonio funcione o un niño pueda ser criado en el ambiente que se merece. Solamente piensan en que se les va a pasar el arroz, en no ser raros o en llenar por la vía rápida un vacío que no puede colmarse con un matrimonio de conveniencia o trayendo irresponsablemente una nueva vida a este mundo.

Para dar a un niño lo que necesita es esencial ante todo un elevadísimo grado de madurez y autocontrol por parte de quien va a cuidarle. Debe darle los apoyos que irá necesitando para crecer, estimularle intelectualmente, protegerle frente a las amenazas, darle todo el amor del mundo, enseñarle a respetarse y respetar, invitarle a conocerse a sí mismo, incitarle a ir desarrollando su carácter para saber defenderse pero de un modo paulatino, sin dejarle desamparado ante situaciones que por su edad no pueda resolver...y todo eso requiere una estabilidad mental, una madurez emocional, un compromiso y un coraje sumamente elevados. Si careces de ellos, no debes tener un hijo, pues no tienes derecho a meterle en un berenjenal como es este planeta sin las armas necesarias para lidiar con él.

Piensa en que fueses a empezar tu vida de nuevo, en lo vulnerable y frágil que eras con 1 o 2 años. Y piensa, siendo totalmente honesto, si desearías vivir esa etapa en un hogar como el que tu pareja y tú habéis construido. Piensa en si puedes garantizar a tu hijo (o al menos prometerle un porcentaje de éxito igual o superior al 80%) un entorno de cariño, estabilidad y oportunidades. Piensa si lo que has construido es lo bastante sólido como para resistir el tornado que implica cuidar a un hijo, y si el vínculo que te une a tu pareja es tan fuerte como para considerar impensable (aunque sea imposible garantizarlo 100%) un divorcio. Entonces (y sólo entonces) da el paso. Y si vas a ser padre o madre soltero, piensa en si puedes soportar ese tornado tú solo y cuentas con el tiempo necesario para ello, aunque puntualmente debas apoyarte en personas de absoluta confianza.

Y si vas a casarte, piensa en que la persona con quien compartirás tu vida se volverá vieja y fea con el tiempo, y dentro de 10 años no te excitará como ahora. Piensa en si existe una conexión profunda entre vosotros, en si la conoces realmente, en si la admiras y respetas, en si guarda dentro de sí cualidades, valores y virtudes lo bastante intensas como para hacerte mirar más allá de tu ombligo y decir "lucharía a muerte por esta persona porque es grandiosa y, sólo con ser, me hace feliz". Entonces (y sólo entonces) da el paso.

Se puede tener una vida absolutamente plena estando solo. Hay un mundo ahí fuera que te puede llenar. Infinidad de paisajes, millones de melodías, películas, obras de teatro, esculturas, monumentos, ciudades...tenemos decenas de miles de años de cultura y un planeta lleno de belleza natural para llenar nuestra mente y nuestro corazón. Si encontramos a la persona adecuada, el placer que nos proporcione todo aquello podrá ser mayor junto a ella...pero tiene que ser la persona adecuada. Una pareja a quien amenos desde el conocimiento y la comprensión, un hijo tan deseado que estemos dispuestos a que nos arranquen el corazón por él...si no, es mejor continuar solos o con la agradable compañía de los amigos. Pero que el seguir a la manada no nos haga comer pan hecho con barro ni beber agua que en realidad es gasolina. Hay cosas que cuando son auténticas resultan sublimes, pero cuando son falsas matan en vida. A nosotros y a los inocentes a quienes decidamos meter en nuestro estúpido viaje.