Perroflautas. Vagos. Sucios. Pijo-progres. Y hasta agresores sexuales. A los acampados del 15-M en el último mes les han nombrado con toda clase de motes que remiten a los más viles maleantes de nuestro extenso catálogo popular. Hasta Roberto Alcázar y ese amigo suyo delincuente juvenil llamado Pedrín se llevarían las manos a la cabeza al descubrir que en la plaza de la Constitución no hay, como contaban las leyendas, señores en taparrabo intercambiando espejitos y pegándose paraguazos.
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