El Sionismo, esa ideología mágica

De vez en cuando participo en un podcast de historia de unos amigos, colegas de carrera. Como no me dedico profesionalmente a la historia, ir allí de vez en cuando a hablar de algún tema que previamente he preparado es una forma de mantenerme en contacto con la disciplina que escogí estudiar y que amo. Como consecuencia, acabo ahondando en un tema y escribiendo un texto que utilizamos como base para construir el guion. Escogí, esta vez, hablar de la fundación de Israel y del Sionismo, debido a los recientes hechos. Subo aquí la primera parte, que es la que habla del Sionismo, por si alguien tiene interés.

Introducción.

Hay dos puntos clave, o importantes, que convergen  sobre la creación del Estado de Israel. El primero es el sionismo, un movimiento nacionalista cultural; y el segundo es la Declaración Balfour; que es la que dota de una cierta legitimidad, muy cogida con pinzas, a la fundación de Israel. Es importante destacar que todos estos hechos se dan bastante tiempo antes de la Segunda Guerra Mundial. Existe un mito, una especie de creencia, que viene a justificar la creación del Estado de Israel como una consecuencia directa del Holocausto. Nada más lejos de la realidad, el Holocausto ha influido, pero ha sido más bien un catalizador y una gran bomba de humo tras la que ocultar unos hechos que vienen de bastante antes, y que, en realidad, hunden sus raíces en el imperialismo occidental, especialmente, el anglosajón. 

Sionismo

Para entender el sionismo hay que separarlo de dos conceptos que suelen ligarse a él, por el interés propio de los sionistas, pero que en realidad, aunque están relacionados, no son lo mismo. Estos son: el judaísmo, y el semitismo. Los judíos son los creyentes de una religión, la hebrea, que es la religión madre del cristianismo, en todas sus vertientes, y del islam, en todas sus vertientes también. Es la primera de las tres grandes religiones abrahámicas. Por tanto, un judío no es miembro de una etnia específica, ni raza, si es que eso de las razas existe, que yo no lo contemplo. Una persona de cualquier país, de cualquier color de piel, con antepasados con una genética cualquiera, puede decidir convertirse al judaísmo y ser un judío. Un alienígena de seis ojos, cuatro brazos y dos estómagos, de un planeta lejano que entre en contacto con un rabino proselitista que tras haber sido abducido ha aprendido la lengua de sus secuestradores, puede acabar, también, convirtiéndose al judaísmo. 

Por otro lado, tenemos a los semitas. Los semitas son un grupo de pueblos que hablan una lengua semita y cuya cultura es, también, de origen semita. Actualmente, el concepto racial del semitismo es considerado pseudocientífico, como debe ser, por tanto, el parentesco es lingüístico y cultural, no existe una base étnica: son como los germánicos, o los latinos, grandes grupos de población con un origen lingüístico-cultural común. El origen de los semitas estaría en la zona de la península arábiga, más o menos. El nombre proviene de un pasaje de la Biblia, concretamente en el capítulo X del Génesis, donde se explica el parentesco de los pueblos desde un antepasado común: de Sem, que era hijo de Noé, descienden Aram, Asur y Eber: es decir, Arameos, Asirios y Hebreos, pero no únicamente estos tres: Babilonios, Sirios, Cananeos y Fenicios también eran pueblos semitas en la antigüedad. Los más conocidos hoy en día son árabes (hablantes de lenguas árabes), beduinos y hebreos. Es decir, son tan semitas los israelíes como los palestinos. 

Por tanto, se puede ser judío y semita, ser semita y no ser judío, o incluso se puede ser judío sin ser semita, dado que tu cultura y lengua materna puede ser otra pese a que profeses la religión judía. De la misma manera, un sionista normalmente será judío, aunque no tiene por qué, y un judío no tiene por qué ser sionista. Y es que el sionismo, lejos de todo el armazón mitológico del que se ha envuelto para autojustificarse, es más bien una ideología. El marxista judío Abraham León, decía que, como toda ideología, es el reflejo desfigurado de los intereses de una clase social. Yo añado que es un reflejo de carácter nacionalista y profundamente etnicocultural.

El sionismo es, entonces, un constructo ideológico, con dos ramas, una política y una espiritual. La rama que más peso ha obtenido es la política, fundada por Theodor Helz, un periodista, dramaturgo, activista político y escritor austrohúngaro, judío obviamente, de finales del siglo XIX. Él escribió su libro “Der Judenstaat: Versuch einer modernen Lösung der Judenfrage” («El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía»), influenciado, en parte, por el caso Dreyfuss, acaecido en Francia. El sionismo surge, por tanto, a finales del XIX, coetáneo al nacimiento de los nacionalismos europeos. 

Hacemos un paréntesis para aclarar el tema de las naciones, que es bastante más sencillo de lo que parece, en mi opinión. Benedict Anderson lo define bastante bien en "Comunidades Imaginadas", cuyo título es bastante ilustrativo. Por resumir muy mucho: si puedes imaginar una nación de la que formes parte, existe. Antes del surgimiento de las naciones, existían otras comunidades que el ser humano podía imaginar, podía comprender: la tribu, la cristiandad, el condado... No hay un elemento natural, no existe una especie de ley que establezca qué es una nación o no. Es, básicamente, una comunidad de gente que se imagina a sí misma como miembros de una nación. Esa es la base. Evidentemente, existe un recorrido histórico que lleva al nacimiento de una nación. No se trata de que cuatro colegas nos juntemos en un bar del pueblo y decidamos establecer una nación. Hablamos de cientos de miles de personas que sienten que tienen algo en común, y ese consenso surge por un proceso histórico y, como no, enmarcado por la lucha de clases. La nación, a fin de cuentas, es generalmente creada por las élites. 

Partiendo de ahí, no es incompatible con que los judíos sientan que son una nación, incluso estando disgregados por el mundo. Si pueden concebirse a sí mismos como una comunidad específica disgregada por el mundo, nadie puede negarles el ser una nación. Ni a ellos, ni a los gitanos, ni a ningún otro caso similar. Sin embargo, esa concepción de la nación es un poco distinta de la que aplica el sionismo. El sionismo no surge cuando surge, ni dónde surge, por casualidad. Bebe, directamente, de un concepto de nacionalismo que aparece como respuesta al nacionalismo liberal, o nacionalismo de corte francés. El nacionalismo liberal, o ilustrado, constituye la nación en base a los ciudadanos, a la adhesión a unos valores específicos donde supuestamente no importa ni el color, ni el idioma. El nacionalismo cultural, sin embargo, surgido en la Europa central, constituye la nación con bases etnicoculturales (el orígen étnico y cultural es esencial para determinar la nación). De ahí beben muchas ideas como el nazismo. 

La verdad es que esto es bastante teórico, el nacionalismo francés toma una deriva igualmente cultural, la diferencia es que, lejos de unificar gente con la misma cultura, lo que hace es homogeneizar la cultura de los diferentes pueblos que se encuentran bajo el paraguas del estado. De todo esto derivará un concepto que triunfará a finales del XIX y que todavía arrastramos, pese a que es, en mi opinión, absurdo, como es el "Estado Nación", del que se derivan cantidad de conflictos identitarios en la actualidad. El Estado Nación básicamente, y muy resumido también, establece que una nación y su estado deben coincidir en el espacio geográfico. Es ahí dónde se empieza a manipular la historia para que existan una serie de mitos justificadores de la nación, y a su vez se empieza a expandir la educación en aras de uniformar a la sociedad culturalmente (sí, lingüísticamente también). Ahí es dónde se inventan los pueblos (como el pueblo español, por ejemplo), donde surgen los independentismos (un estado para un pueblo), etc.

Por tanto, el sionismo surge en el centro de Europa (nacionalismo etnicocultural), y a finales del XIX (estados nación). De ahí que el sionismo busque una serie de mitos en el pasado histórico y religioso (la supuesta diáspora, la tierra prometida, etc.) para justificar dos cosas, la primera, la disgregación que padece su nación, pues en base al nacionalismo etnicocultural, son una nación; la segunda, el supuesto derecho a colonizar Palestina, pues una nación debe coincidir en el espacio geográfico con su estado. Volveremos a éste punto un poco más adelante. Me gustaría recalcar la idea de que una nación existe en tanto en cuanto sus miembros pueden imaginarla. Y no necesita un estado propio. Y un estado existe en tanto en cuanto sus instituciones son soportadas por una sociedad estratificada y posee la capacidad de controlar un espacio geográfico en el que mantener el monopolio de la violencia a través del cuál puede garantizar el cumplimiento de sus leyes con el fin de regular las relaciones entre clases sociales. Pero ese mismo estado puede abrigar bajo su paraguas a tantas naciones como quieran existir dentro de él sin que ambos conceptos entren necesariamente en conflicto. ¿Cuándo aparece el conflicto? Cuando se confunde nación con estado y se pretende hacer coincidir, por la fuerza, la cultura, la lengua y religión de todos los ciudadanos.

Volviendo al tema, que me desvío: ¿Cómo llegamos al desarrollo del sionismo? Porque, es cierto, hemos aclarado el momento en el que surge, pero no de dónde salen estos judíos que construyen esta ideología, que, tal como hemos definido, debían tener también clases sociales. Los judíos, como otros pueblos, por ejemplo los gitanos, se constituyeron como pueblos clase, representando unas formas tempranas de capitalismo. Hablamos de una época en que el modelo de producción es precapitalista, y la compraventa y el préstamo de dinero es realizado al margen, generalmente por “extranjeros”: pueblos comerciantes, como los propios judíos. Pero el desarrollo del capitalismo cambiará esta realidad. Las bases materiales que sustentaban la existencia del pueblo clase judío se disuelven y estos acaban siendo asimilados por las pujantes sociedades capitalistas europeas en un proceso completamente desigual: será rápido y profundo en la Europa occidental, creando unas relaciones sociales capitalistas con una burguesía judía y en Europa Oriental será lento y más conflictivo.

La clase burguesa judía en Europa, ligada al capitalismo occidental, estaba igual de interesada en mantener la Europa oriental en un atraso que les permitiese disponer de esta como un mercado semicolonial. Esto complicaría mucho su situación a lo largo del XIX  debido a que, por un lado, el desarrollo capitalista en Europa occidental destruía su antiguo rol en Europa oriental, y por el otro, este mismo desarrollo no era capaz de asimilar a los grupos judíos ni de clase alta ni de clase media como había sucedido en la zona occidental del continente, marginalizado a las masas judías. Estos eran, mayoritariamente, artesanos y pequeños comerciantes, dispersos entre sí, y cuya cohesión se había perdido. Por otro lado, aunque la situación en Europa Occidental era, aparentemente, más favorable, al menos a las élites judías, existía también un fuerte sentimiento antisemita. Los judíos eran el chivo expiatorio a través del cual canalizar el creciente descontento social de la clase media europea. 

Esto es algo que no es exclusivo del siglo XIX, y que viene sucediendo desde antiguo. Los pogromos, que son ataques contra minorías y que no son únicamente exclusivos contra los judíos. La palabra viene de Rusia, y se empieza a acuñar en el siglo XIX, pero este tipo de asaltos ya se daban en la edad media. Por lo general, parece que se utiliza a la minoría como chivo expiatorio del malestar generalizado. Hay casos en los que los pogromos se dan como consecuencia de un favorecimiento del estado a una minoría. Por ejemplo, en Palestina, se dio uno en 1834, cuando la población judía era menos de un 10%, en el contexto de una rebelión contra las autoridades egipcias, que, desde 1831 hasta 1840 dominaron la zona. Los egipcios establecieron nuevas leyes, que grababan a los palestinos con más impuestos y los obligaban a formar parte de las milicias. Los judíos y los cristianos quedaron exentos. En mitad de la revuelta, se saquearon los barrios judíos de Safed. Yo considero que cada pogromo debe ser estudiado en su propio contexto ya que lo que puede estimular su aparición son causas distintas en cada caso, pese a que las víctimas acaben siendo las mismas: las minorías.

En cualquier caso, nos encontramos en un momento peliagudo para la minoría judía en el siglo XIX, uno de tantos que habían vivido. Ser parte de una minoría étnica, o cultural, siempre implica ciertas desventajas, pero en esta ocasión, como ya hemos señalado, el lugar de esta minoría judía en la sociedad había desaparecido, y a su vez, afloraron sentimientos antisemitas. En este contexto, en 1897 se da el congreso fundacional de la Organización Sionista Internacional, en el que Theodor Herzl, principal referente, afirmó el propósito de crear un hogar nacional para el pueblo judío. En un primer momento, esto no tuvo mucho apoyo de los propios judíos. Sin embargo, los pioneros en la ocupación del territorio palestino fueron esos pequeños comerciantes y artesanos de Europa Oriental cuya desesperación era patente. 

A principios del XX, la mayor parte de la élite judía se decantaba por el asimilacionismo. Estaban alejados de la idea de crear un estado propio, aunque no veían con malos ojos que las masas judías empobrecidas y desesperadas emigraran de Europa a Medio Oriente, creyendo que de esa forma, la ola antisemita en Europa se aliviaría. Adicionalmente, esto ayudaría a que parte de la población judía se alejara de las corrientes revolucionarias que se movían por Europa (y a las que los judías aportaron mucho con personajes como Marx o Rosa Luxemburgo, por poner dos ejemplos). Sin embargo, a partir de la ligazón con el imperialismo inglés, crecerá el apoyo a los planes sionistas por parte de esta burguesía. 

Basándose en el principio de la soberanía nacional, según el cuál la nación es la única base legítima para el Estado, y la idea de los estados nación en que la nación debe coincidir con las fronteras del estado, el sionismo necesita justificar la existencia del “pueblo judío”. Para ello, como cualquier otro nacionalismo, requiere de un relato autojustificador. Y como siempre pasa en estos casos, cuando se construye el susodicho relato se seleccionan los mitos que más convienen. En este caso, los más importantes son:

  • El mito de la tierra prometida. 
  • Una supuesta diáspora sucedida en el siglo I d.N.E. como represalia por parte de Roma por las sublevaciones protagonizadas por los judíos, tras la cuál se cambia el nombre a la región dónde se ubicaban el Reino de Israel y el de Judá por Palestina. 

La idea de la “tierra prometida” no tiene referencia histórica concreta. El filósofo francés Roger Garaudy dice, irónicamente, al pelo de este asunto: “No estamos en condiciones de afirmar que en tal o cual momento histórico Dios se presentó ante un personaje histórico llamado Abraham y que le confirió los documentos de la posesión de Canáan. Desde el punto de vista jurídico, no poseemos ningún acto de donación firmado por dios; y poseemos además buenas razones para pensar que la escena de Gn12-1-8 y 13,14-18, por ejemplo, no es el reflejo de un hecho histórico”. Y de hecho, en una de sus obras, Garaudy cita las declaraciones del Rabino Elmer Berger, quien fuera presidente de la “Liga Por el Judaísmo”, según el cuál es inadmisible pretender que la implantación del Estado de Israel es la realización de una profecía bíblica y por tanto que las acciones llevadas a cabo por los israelíes para lograr ese objetivo han sido ratificadas por Dios. No obstante, así lo defienden muchos sionistas hoy en día. 

El segundo de estos mitos, el de la diáspora, pretende explicar cómo los judíos han acabado diseminados por el mundo, y porqué no quedaban apenas judíos en Palestina, y justificar con ello su retorno y la creación del Estado de Israel en Palestina. Como ya hemos señalado, se supone que Roma, a consecuencia de las rebeliones del siglo I d.N.E, los expulsó de su territorio. Yo no tengo constancia de ningún exilio forzado por Roma, ni de ningún historiador que defienda semejante tesis. Roma era esclavista, sin duda, y tras una revuelta en la región seguro que capturó muchos judíos para vender como esclavos al rededor del Mediterráneo. Pero esto representaría una parte pequeña de la población, no hay constancia del desplazamiento forzoso de toda la población. Incluso algunos historiadores israelíes, muy críticos con el sionismo, han negado este éxodo. Quizá el más destacable en éste punto es Shlomo Sand.

Según Shlomo Sand, a pesar del consenso entre los historiadores de la inexistencia de este exilio forzoso, existen aún intelectuales del sionismo que permanecen convencidos en esta idea, y esta es la mayor justificación para reclamar los derechos históricos sobre Palestina, como quedó establecido en la declaración de independencia de Israel. De hecho, los primeros dirigentes sionistas, como David Ben-Gurion, quien fuera también primer ministro Israelí por el partido Laboralista entre 1955 y 1963; Yitzhak Ben-Zvi, historiador sionista y presidente israelí entre 1952 y 1963; o Israel Belkin, quien fuera educador e historiador y pionero de la primera gran Aliyah, a finales del siglo XIX; eran más que conscientes de que no había existido ningún exilio judío en el siglo I de nuestra era. Creían que los “fellahs” o campesinos que encontraron al inicio de la colonización eran los descendientes del antiguo pueblo judío, convertidos al islam a partir del siglo VII, por su conveniencia, y consideraban que ambas poblaciones debían volver a reunirse. Pese a todo, David Ben-Gurion pasó a expresar una posición completamente distinta en la redacción de la Declaración de Independencia del Estado de Israel sin explicar jamás ese cambio. 

La realidad es que la región, como tantas otras, como la propia península Ibérica, ha sufrido cantidad de conquistas. Los diferentes pueblos que la han dominado han ido dejando su huella, también genética: egipcios, persas, bizantinos… Todos ellos se mezclaron con la población local y, por tanto, los palestinos actuales proceden de una variedad de orígenes. No obstante, es más que probable que estos tengan un origen más cercano a los antiguos hebreos que la mayoría de los judíos que llegaron en las diferentes Aliyah. Por otro lado, y ante la falta de argumentos históricos, se intentó justificar la existencia de pueblo judío israelí, y la fundación del Estado de Israel, por medio de la genética, incluso aunque los sionistas originales nunca se refirieron a una raza. En los años cincuenta en Israel, y en Estados Unidos, se investigaba sobre las huellas dactilares judías, y en los setenta, se buscaba un marcador genético común para todos los judíos. La verdad es que ningún estudio basado en muestras anónimas de ADN ha logrado identificar ningún marcador genético específicamente judío.

Hay que decir que la idea del “retorno” a la “tierra prometida” no era nueva. Toda vez que los judíos se encontraban en situaciones apremiantes, cobraba fuerza. Por ejemplo, tras las expulsiones sufridas en la Europa del siglo XIII, o tras las crisis económicas del XVI en Polonia. Y en el XIX, volverá a surgir, solo que esta vez, Herz y los fundadores del movimiento sionista la utilizarán y encarrilarán, presentándola como una meta “patriótica” para el pueblo judío. Significaría terminar una hazaña histórica que pondría fin a la diáspora iniciada tras la caída de Jerusalén dos mil años atrás y que, según los sionistas, era el origen de todas las desgracias que padecía el pueblo judío. No es el único pueblo que se ha justificado en la voluntad divina para alcanzar unas metas políticas, y no hay que irse muy atrás, los propios Estados Unidos justificaron su expansionismo en base al “Destino Manifiesto”. ¡Qué fácil es justificar cualquier cosa cuando tienes la sartén por el mango!

Durante dos mil años, sin embargo, los judíos, a pesar de que a veces cobraba fuerza la idea, no habían intentado regresar a su tierra. ¿Cuál era el motivo? Existía la creencia de que debían permanecer en la diáspora hasta la llegada del mesías. Y esta idea es la que todavía esgrimen muchos judíos, algunos ortodoxos, que viven repartidos por el mundo y que son antisionistas. Es decir, están en contra del Estado de Israel. Son famosas las imágenes de estos judíos manifestándose en Estados Unidos, Inglaterra y otros países a favor de Palestina.

Es destacable, también, que los sionistas no se plantearon Palestina como única opción. Valoraron otros lugares. De hecho, Herzl se plantea, en su libro, ¿Palestina o Argentina? Pero señala uno de los motivos por los que Palestina es la mejor opción, y no es, realmente, la película que se han montado con la Tierra Prometida y la diáspora. Tiene mucho más que ver con geopolítica y con el imperialismo. Para Herzl, los judíos allí serían una pieza clave para Europa, formando parte integrante del baluarte contra Asia. La idea sería constituir la vanguardia de la cultura contra la barbarie (el vocabulario, se entiende, es el que utiliza Herzl). Como un estado neutral, Israel mantendría relaciones con toda Europa, quien, a su vez, tendría que garantizar su existencia. Y no se equivocaba, es la razón por la que nadie se ha cuestionado que un país asiático participe en Eurovisión, y es que Europa, ve Israel, como un pie suyo en Oriente Medio.  

Consciente de que el movimiento sionista en sus inicios no era seguido por muchos judíos, buscó la colaboración del Imperio Otomano, a quien ofreció a cambio “sanear sus finanzas” y de Alemania. Pero ambos gobiernos se negaron. Tiempo más tarde, ya sin Herz, los sionistas alcanzarían un acuerdo con alguien que sí vería en esa teoría del baluarte y la vanguardia judía en Palestina una posibilidad. Y hablamos, nada más y nada menos, que del Imperio Británico. Se alcanzó un acuerdo que se manifiesta en la Declaración Balfour de 1917, de la que hablaremos con más insistencia cuando hablemos de la colonización de Palestina. El sionismo se vinculaba por primera vez a la política de una potencia imperialista. Honestamente, en la Edad Contemporánea, creo que si tiras del hilo de cualquier conflicto encontrarás, casi seguro, a un anglosajón al final.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, Inglaterra pasó a controlar Palestina bajo un mandato establecido por la Sociedad de las Naciones (que, al igual que la OTAN, estaba bajo el estricto control de las potencia vencedoras). Para controlar la región, el imperialismo británico formalizó éste acuerdo con el sionismo que le permitiría "estabilizar" medio oriente utilizando el sionismo como punta de lanza para enfrentarse a la resistencia árabe. Los sionistas, por su parte, avanzarán en su objetivo de instaurar un estado propio en Palestina,  bajo la consigna lanzada por Zangwill, uno de los primeros líderes del movimiento, de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Este lema desvela, un fuerte carácter colonialista en la ideología sionista. Para más inri, la política británica para la región era absolutamente contradictoria: prometiendo la independencia a los árabes a cambio de que luchasen contra los turcos mientras prometía un estado propio a los judíos a cambio de que luchasen contra los árabes. Pero todo esto lo veremos con más detalle cuando hablemos de la Colonización de Palestina.

Lo que sí voy a ir adelantando es que el caso de Israel es un proceso de colonización de poblamiento, idéntico al ejercido por los anglosajones en Norte América. Y lo es en base a unos conceptos que, cada vez más, pierden su esencia: el estado nación y el nacionalismo étnicocultural. Se puede ser nación de todas las formas posibles, porque, al final, es una cuestión identitaria. La justificación que da el sionismo para instalarse en Palestina no se sustenta históricamente. Y lo que realmente es Israel es puro y duro imperialismo de la vieja escuela. 

Fuentes:

En esta ocasión he tirado más de entrevistas a historiadores reconocidos que hablan del tema, y conferencias. También de algunos artículos de divulgación y algún artículo más académico. También, algunos puntos, salen de libros que leí hace tiempo y que no he leído expresamente para esto. Algunas de las fuentes consultadas han llegado a portada en Menéame, y otras, simplemente, las he ido a buscar yo por mi cuenta:

www.elotropais.com/index.php/sin-fronteras-mascosas-41/357-la-invencin

unispal.un.org/pdfs/80-34375s.pdf 

www.lamarea.com/2023/11/05/rashid-khalidi-israel-cree-que-puede-ejerce 

geopolitikaz.eus/17-claves-y-una-solucion-sobre-un-antes-y-un-despues-

www.lahaine.org/mundo.php/acuerdo-haavara-los-origenes-del

observatoriocrisis.com/2023/11/01/condena-usted-a-israel/

www.bbc.com/mundo/articles/cz5e55e22geo

www.middleeasteye.net/news/iraq-jews-attacks-zionist-role-confirmed-op

www.jewishvirtuallibrary.org/original-party-platform-of-the-likud-part

www.aacademica.org/000-093/137.pdf

theconversation.com/el-fundamentalismo-sionista-acecha-a-oriente-proxi

unispal.un.org/pdfs/80-34375s.pdf